06 de julio de 2025

Inicio / Blogs / De Crónicas / VILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA (II). La ciudad retratada desde un punto de vista artístico, monumental y pintoresco

De Crónicas

VILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA (II). La ciudad retratada desde un punto de vista artístico, monumental y pintoresco

VILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA  (II).  La ciudad retratada desde un punto de vista artístico, monumental y pintoresco
VILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA  (II).  La ciudad retratada desde un punto de vista artístico, monumental y pintoresco
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 06 de Julio de 2025

18. LA HISTORIA EN IMÁGENES. 

Hacia 1864, recientemente inaugurada la línea del ferrocarril Madrid-Irún con parada en la estación de Ávila, llegó a la ciudad el fotógrafo francés Jean Laurent (1816-1886), Fotógrafo de S.M. la Reina y de SS. AA. RR. Los Sermos. Infantes de España, quizás el fotógrafo más importante e influyente en la España del siglo XIX, quien había decidido catalogar la historia y retratar España “desde un punto de vista artístico, monumental y pintoresco”, tal y como se reseñaba en el  título de la mayoría de los numerosos catálogos editados de su archivo fotográfico. Con esta intención, Ávila es retratada con el esplendor de siglos pasados recreado en la muralla y la catedral, así como en  iglesias, conventos y palacios, donde las gentes aparecen como figurantes de los grandiosos monumentos.

Laurent se acerca hasta Ávila aprovechando las ventajas del moderno transporte ferroviario, y aquí se  desplaza con un laboratorio ambulante instalado en un carromato. La ciudad presentaba entonces la misma imagen que había descrito el poeta Gustavo Adolfo Bécquer en la crónica de la inauguración de la línea ferroviaria del Norte por la reina Isabel II: “Casi perdida entre la niebla del crepúsculo y encerrada dentro de sus dentellados murallones, la antigua ciudad, patria de Santa Teresa, Ávila, la de las calles oscuras, estrechas y torcidas, la de los balcones con guardapolvo, las esquinas con retablos y los aleros salientes. Allí está la población, hoy como en el siglo XVI, silenciosa y estancada” .

En las mismas fechas, también llegó a la ciudad el fotógrafo francés  de los tres emperadores (Austria, Francia y Rusia)  Auguste Muriel, quien tenía el encargo de realizar un álbum de las localidades por donde pasaba el tren. Con ello, el ferrocarril  había cambiado la forma de mirar y percibir el paisaje, y de ver los pueblos y ciudades, los cuales podían contemplarse en grandes panorámicas enmarcadas por la ventana del tren, y aunque sabemos que el origen de estas vistas se encuentra en la cartografía urbana renacentista, lo cierto es que el tren contribuyó  a la promoción y admiración de la ciudad percibida desde la lejanía.

Al viajero que llegaba en tren por el norte se le aparecía un “amplio desierto donde la diadema de torres sobre el Adaja ciñe una ciudad silente”, escribió el ilustre pensador Jorge Santayana, quien cuando venía de París en los años ochenta y noventa del siglo XIX, recuerda con profundos sentimientos: “Pasadas las estaciones de Arévalo y Mingorría, esperaba ver en cualquier momento a la derecha, descendiendo suavemente hacia el lecho del invisible río, las perfectas murallas de Ávila, reluciente cada bastión a los rayos horizontales del sol, y la torre de la catedral un poco por encima de la línea de los bastiones y no menos imperturbable, sólida y grave”.

Gracias al ferrocarril, Ávila empezaba a resurgir de su letargo dispuesta a ser reconquistada por la modernidad, comenzando por el descubrimiento de su historia a través de la contemplación de su arquitectura monumental. No en vano “la red de los caminos de hierro había hecho accesibles numerosas localidades, villas curiosas, pintorescas, ricas en monumentos, que no podrían ser visitadas más que a costa de grandes fatigas, y por el solo privilegio de la fortuna”, escribió Alfonso Roswag, yerno de Laurent, en la introducción al catálogo de 1879.

 A partir de aquí, J. Laurent estructura su fondo fotográfico siguiendo los itinerarios del ferrocarril. A juzgar entonces por las fotografías incluidas en los catálogos de 1867, 1872, 1879 y 1895, sabemos que fueron cuatro los viajes que hizo a Ávila, el mismo o sus colaboradores, obteniendo unas setenta y tres fotos de los principales monumentos y obras de arte relacionados con la ciudad.

19. PRIMERAS IMPRESIONES.

En  la primera visita a la ciudad de Jean Laurent recorrió sus calles con el carro laboratorio ambulante que siempre llevaba en sus excursiones fotográficas, y después de admirar su caserío monumental retrató la basílica de San Vicente, la casa palacio de Pedro d´Avila, Marqués de las Navas; la casa palacio de Juan Vázquez Rengifo, sita en la llamada entonces calle de Pedro d´Avila, edificio convertido en convento de las Siervas de María desde 1884, anteriormente fue propiedad del marqués de Cerralbo y Almarza, títulos que ostentaba Enrique de Aguilera y Gamboa, (1845-1922); la catedral del Salvador proyectada por el maestro Fruchel en el siglo XI, con vistas de la fachada, el cimorro y la casa de las carnicerías; el antiguo hospital de Santa Escolástica que se encontraba en ruinas; el palacio de Polentinos que años después fue adquirido por el Ayuntamiento para la Academia de Administración Militar; la iglesia de Mosén Rubí; el Palacio de Blasco Núñez Vela, entonces cuartel de milicias y academia militar; el convento e iglesia de Santa Teresa de Jesús; la plaza del Mercado Grande con el edificio de la alhóndiga; la puerta del Alcázar que da acceso al recinto amurallado desde el Mercado Grande; el convento de Santo Tomás; y la ciudad  amurallada  vista desde el humilladero de los Cuatro Postes, donde  puede observarse en la parte inferior izquierda el carrito fotográfico con el que se desplazaba Laurent para el revelado inmediato. 

La ciudad monumental se muestra con todo su esplendor medieval y renacentista, representando así un extraordinario paisaje arquitectónico urbano ajeno a las miserias cotidianas. La atracción que Ávila ejerce para el fotógrafo es la misma que cautivaba a los viajeros extranjeros la cual  se remonta al final de la Guerra de la Independencia, cuando los jóvenes ingleses descubrieron que la España del siglo XIX encuadraba en la imagen romántica de la época más que ningún otro país de Europa, pues encontraban iglesias y palacios desmoronados esparcidos alrededor de las ciudades; y había altaneros mendigos y caballeros bandidos, escribió Geral Brenan.

Los viajeros europeos apreciaban en Ávila la panorámica medieval que dibuja su fabulosa muralla, donde se intuyen atractivas formas de vida tradicionales y antiguas costumbres, un sentimiento romántico que se contrae en fabulosas arquitecturas de antiguos templos y palacios, pues éstos eran la representación histórica de todo ello. Los retratos de tipos populares o de escenas costumbristas abulenses, excepción hecha de algunas fotos aisladas y de  la completa galería realizada en 1878 con motivo de la boda de Alfonso XII, no constituían un número relevante en los catálogos comerciales de Laurent, a pesar del atractivo que para los viajeros tenían las viejas formas de vida que todavía perduraban entre la población.

No le interesaba a Laurent, por el momento, retratar aspectos protagonistas de la tradición popular o el costumbrismo, temática que tan atractiva les resulta al artista Valeriano Domínguez Bécquer y a otros pintores de género de la época. El fotógrafo no consideraba entonces oportuno retratar en primer plano a los mendigos que se agolpaban en Santo Tomás a la espera del reparto de la sopa, ni aquellos que pedían caridad a la puerta de la iglesia de San Vicente, tampoco a la muchedumbre que repostaba en las fuentes públicas, ni los aldeanos que llenaban las plazas del Mercado Chico o el Mercado Grande cada viernes, ni a los arrieros que ocupaban las posadas con sus caballerías, ni  a los curas y parroquianos que frecuentaban las iglesias, ni a los militares de la Academia instalada en el palacio de Núñez Vela, ni a los lecheros y panaderos que iban de puerta en puerta, ni a los obreros que trabajaban en la construcción de la nueva casa consistorial, ni el ambiente festivo que se sucedía a los largo del año en numerosos actos y celebraciones. 

Y tampoco se acometían en la ciudad grandes obras públicas que hubieran requerido de un testimonio gráfico para promoción de la corona. La presencia humana parece como si contaminara  la monumentalidad de la ciudad histórica, por lo que sólo se justifica su aparición si lo es a pequeña escala y de forma diminuta, como es el caso de los personajes o figurantes que se sitúan a los pies del monumento retratado.

Como ya se ha dicho, en Ávila la fotografía de Laurent no responde de forma relevante a la temática costumbrista o de género, ni a la representación de viejas tradiciones, sino a su recreación intuitiva entorno a iglesias, palacios, hospitales y conventos que se remontan desde la edad media al renacimiento. Con ello, Laurent asume los mismos cánones de los pintores románticos en lo que se refiere a la representación del paisaje urbano cargado de la historia y el señorío de tiempos pasados donde el hombre ocupa un lugar circunstancial, sin que por ello deba olvidarse su merecido protagonismo.

En definitiva, las imágenes de Ávila se ajustan a la producción de un catálogo monumental, artístico y pintoresco, como bien reza el título publicitario de la actividad empresarial de Laurent. Éste, ciertamente, fotografía la ciudad palaciega, conventual y eclesiástica, pero no la ciudad mercantil y comercial que da cobijo a cuatro mil habitantes, ni la ciudad artesana y campesina, ni la ciudad “industrial” de escasos asalariados y empleados que se ocupan en las fábricas ribereñas del Adaja, ni la ciudad ambientada en días de mercado, ferias o fiestas. Con ello, la imagen monumental cargada de historia se aleja de la visión pesimista de una realidad socioeconómica agonizante, tal y como la describía Pascual Madoz en su diccionario geográfico de 1845-1850, político y Ministro de Hacienda que también fue retratado por Laurent e incluido en su galería de celebridades.           

La idea de formar un catálogo monumental propició la percepción de una ciudad imperecedera e inmutable, casi eterna, con vocación de universalizar su imagen al margen de las coyunturas del momento, tanto que todavía hoy las fotografías de entonces siguen ilustrando exposiciones y estudios que cuentan la evolución histórica de Ávila, después de haber nutrido numerosas guías y publicaciones a lo largo de ciento cincuenta años, tal y como reseñamos en otros capítulos del libro.

20. VISTAS ACTUALIZADAS DE MONUMENTOS.

Continuando con el proyecto de retratar y dar a conocer todos los monumentos de España, en 1872 Laurent publica un nuevo catálogo en al que añade nuevas fotografías obtenidas de su continuo peregrinaje por la península.  Ávila reaparece con la inclusión de las fotografías del catálogo anterior de 1867 y en otras vistas actualizadas de la catedral,  el convento de Santo Tomás, la basílica de San Vicente, el palacio de Superunda, la iglesia de San Vicente, el palacio de Polentinos y la iglesia de San Pedro. En el mismo catálogo se incluyen también fotografías de los cuadros del Museo del Prado procedentes del convento de Santo Tomás titulados La Virgen de los Reyes Católicos, de la escuela castellana del siglo XV,  y Auto de fe, de Pedro Berruguete.

A estas visitas sucedieron otras que sirvieron para ampliar y enriquecer un catálogo que llegaba a los 6.340 negativos, donde Ávila ocupaba un lugar destacado junto a El Escorial, Valladolid, Burgos, Vitoria, Toledo, Córdoba, Sevilla y Granada, según se publicitaba entonces.

Las viejas imágenes de Ávila tomadas por Laurent fueron fuente de inspiración para escritores y artistas, igual que lo fue el contacto mismo con la ciudad. Contemplando la espléndida vista panorámica de Ávila que hizo Laurent, Azorín, escribió:

“¿Hacia dónde caerá la catedral de esta ciudad que desconocemos? ¿Habrá una vieja ermita junto al río, como la de San Segundo en Ávila?”. ¿No habéis visto esas fotografías de ciudades españolas que en 1870 tomó Laurent?. Ya esas fotografías están casi desteñidas, amarillentas; pero esa vetustez les presta un encanto indefinible. Una de esas vistas panorámicas es la de nuestra ciudad; se ve una extensión de tejadillos, esquinas, calles, torrecillas, solanas, cúpulas; sobre la multitud de edificaciones heteróclitas, descuella airosa la catedral. Allí donde está la catedral, donde se hallan sepultados guerreros y teólogos, dos mil años antes un romano acaso recitara unos versos de Virgilio: Yo, desviándome, les hablaba sin poder detener las lágrimas que me venían a los ojos: Vivid dichosos, que ya vuestra fortuna se acabó; mas a nosotros unos hados malos nos traspasan a otros peores”.

La visión de la ciudad de Ávila desde los Cuatro Postes, la panorámica que tomó Laurent y que admiró Azorín en la ciudad imaginaria descrita en "Castilla", vuelve a cautivar al escritor en 1922, tanto que sobre ella quiso retratarse por el pintor Juan de Echevarría. Esta vista de la ciudad ya había cautivado anteriormente a Clifford, quien obtuvo de ella una magnífica fotografía en 1860, la misma que luego pintó Antonio Bernardino Sánchez para el Ayuntamiento abulense en 1864.

La ciudad de Ávila, entre todas las ciudades españolas la más siglo XVI, la misma que describió Azorín en su discurso de entrada en la Real Academia Española del 26 de octubre de 1924, aparece imaginada por el escritor según la representación mostrada de la plaza del Mercado Grande en las "viejas estampas en que, en toda la espaciosidad de una plaza, sólo se ven un

caballero con sombrero de copa y una dama con miriñaque y una sombrilla… No sé -dice Quadrado -qué melancólico encanto por su soledad y por sus fachadas de piedra obscura, tienen para el viajero las plazuelas de Ávila, que aguardan a la entrada de casi cada puerta". Aquí, Azorín reseña los entrañables grabados que realizó Parcerisa para el libro  Recuerdos y Bellezas de España. Los mismos donde se nota la coincidente fuente de inspiración de Clifford y Laurent.

21. ÁVILA PARA HISTORIADORES, ARTISTAS Y TURISTAS.

La ciudad monumental con sus valores históricos y artísticos permanece inmutable, y eso es lo que Laurent quiere captar para su divulgación, atendiendo con ello a una pretensión propia de la promoción turística, por lo que sólo enseña el patrimonio material que perdura con el paso de los siglos, y a ello responde la guía que acompaña a su catálogo de 1879 escrita en francés por Alfonso Roswag, su yerno además de ayudante y colaborador.

Al catálogo de 1879 Laurent incorpora, además de las fotografías incluidas en los catálogos anteriores, veinticinco nuevas imágenes relacionadas con  Ávila, dedicadas esta vez a la catedral (portada lateral, sepulcros, púlpitos y pinturas de Pablo Gonzalvo de la sacristía), la iglesia de San Vicente (ábside y fachada), el convento de Santo Tomás (patio, portada del claustro, sillería del coro y cuadro de A. Commelerán), las murallas, el Torreón de los Guzmanes, el patio del palacio de Polentinos, sede de la Escuela Administración Militar, y el nuevo furgón de transporte que empezará a utilizarse por el ejercito. 

A estas vistas se suma otra de un grupo de danzantes que acudió la boda de Alfonso XII en Madrid, además del cuadro de Valeriano Bécquer de la fuente y la ermita de Sonsoles pintado en 1867. Otro cuadro más de Bécquer titulado Danza de aldeanos de la provincia de Ávila completa la lista, si bien los personajes de la pintura y el paisaje retratado pertenecen a la provincia de Soria donde fue realizado y no a la abulense. Finalmente, una última pintura.

22. LA BASÍLICA DE SAN VICENTE RESTAURADA.

En 1886, el mismo año en que murió J. Laurent, el arquitecto Enrique María Repullés se ocupó de que su  casa comercial realizara una serie de fotografías de  la restauración de la Basílica de San Vicente que el mismo acababa de acometer, pues no en vano era el fotógrafo de la corona y las obras eran subvencionadas por el gobierno. Las fotos perfectamente  montadas sobre cartulina con impresión del motivo, la fecha y nombre del autor de las obras y de las imágenes cuelgan todavía hoy de las paredes de la Oficina Técnica Municipal como fiel testimonio de aquella aventura, al mismo tiempo que otras copias formando un álbum fueron obsequiadas a S.M. la Reina Regente Doña María Cristina de Austria. Las fotos de San Vicente se incluyeron después en el catálogo de 1896

Catalogar la riqueza monumental y artística de España era la empresa que se había propuesto Laurent, y en este empeño no parecía desfallecer, como demuestra una incansable actividad que le obligó a recorrer las ciudades y museos de España hasta completar un catálogo de más de seis mil fotografías.

23. TIPOS POPULARES.

Los tipos populares y escenas costumbristas españolas en una mezcla folclórica fueron uno de los grandes atractivos para los viajeros del siglo XIX, y de retratar esta escenografía se ocupó especialmente J. Laurent en imágenes tomadas del natural, d´après nature, quien en el catálogo de 1879 anunciaba fotografías de “scènes de moeurs et coutumes du pays; types de races, costumes, courses de toureaux, etc. »   

“El costumbrismo es una constante histórica en nuestras literatura y pintura. La llegada del romanticismo vivificó esta corriente, aportando a la tradición hispana la visión que los extranjeros tenían de nuestro pueblo, debido al esnobismo de una burguesía nacional europeizante y liberal que, también por influencia extranjera y bajo la moda romántica, vuelve los ojos al pueblo y los monumentos del pasado”.

A pesar de la intención de Laurent por retratar los tipos populares, lo cierto es que Ávila no se vio especialmente favorecida por esta tendencia bellamente ensayada en Valencia, Córdoba, Segovia o Toledo, por ejemplo. Para encontrar aspectos costumbristas en las fotografías de Ávila debemos engrandecer las figuras que se retratan ante los monumentos de la ciudad, y así descubriremos una singular galería de tipos que dan prestancia humana al paisaje arquitectónico.

Ante de la escasez de motivos abulenses que reflejen su folclore y tipismo, descubrimos gratamente, y como excepción  las pinturas de Valeriano Bécquer que retrató Laurent, y el amplio reportaje que hizo de la exhibición de los trajes  populares de España realizada con motivo de la boda de Alfonso XII, donde Ávila aparece retratada en un bello grupo masculino de baile que ensaya una danza de paloteo.

24. OTROS PUNTOS DE VISTA.

Laurent además de retratar monumentos y ciudades, recorrió la mayoría de los museos de España inventariando en imágenes sus asombrosos fondos, acudía a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes fotografiando las obras presentadas que luego ofertaba en sus catálogos comerciales  y, al mismo tiempo, elaboró un extenso archivo de retratos de personajes históricos, reyes, príncipes, nobles, artistas, músicos, cantantes, escritores, ministros, diputados, senadores, políticos, hacendados, santos, obispos, monjas, toreros, tipos anónimos, etc. que llenaban los álbumes familiares de la burguesía incipiente. En tan rico archivo fotográfico Laurent nos dejó numerosos testimonios de lo abulense repartidos en pinturas y cuadros de historia, en dibujos y grabados, en esculturas y bajorrelieves, en tapices y ornamentos, en personalidades y personajes varios, y en un sin fin de detalles y escenas que nos recuerdan acontecimientos cercanos. De todo ello nos ocupamos en los capítulos siguientes.

25. COMERCIALIZACIÓN DE POSTALES.  

Después de la muerte de J. Laurent ocurrida en 1886, y ante las dificultades económicas que acuciaban a la empresa, su sucesora Catalina Melina Dochs  decidió vender el negocio fotográfica a José Lacoste en 1900, quien  recuperó y comercializó el archivo, a la vez que se especializó en reproducciones de obras de arte, siendo el fotógrafo oficial del Museo del Prado y miembro de la Sociedad Fotográfica Madrileña.

En esta época la tarjeta  postal ilustrada se convierte en la mejor forma de dar a conocer las ciudades y de universalizar su historia monumental, y su comercialización se convierte en un negocio floreciente. Lacoste bajo la marca comercial de  Fototipia Laurent se editan numerosas postales con fotografías de Laurent. Con tal fin, y junto a Ángel Redondo de Zúñiga, José Lacoste, instaló en 1903 en la  madrileña calle Cervantes  un importante taller de fotografía y fototipia de tarjetas postales ilustradas en el que se anuncian  interesantes vistas de Ávila, entre las que sobresalen espléndidas panorámicas de la ciudad amuralla y otras de la catedral,  el paseo del Rastro y otros monumentos, de las son sus autores el Ángel Redondo y Cánovas.

La ciudad de Ávila se vio especialmente engrandecida con las fotografías panorámicas que hizo Redondo de Zúñiga tomadas desde los Cuatro Postes en una gran proyección paisajística que se comercializó en cuatro postales distintas y en otras dobles y triples. A Lacoste, en 1915 le sucedió en el negocio J. Roig, quien también comercializó con buen resultado las fotografías de Laurent y las postales que antes tenían el sello Lacoste.

26. NOUVEAU GUIDE DU TOURISTE EN ESPAGNE ET PORTUGAL.

Por su relevancia para conocer la importancia de la obra de Jean Laurent transcribimos parte del texto sobre Ávila del “Itineario Artístico” escrito por  su yerno  y sucesor en el negocio fográfico, A. Roswag, conel que Laurent et Cie compuso el catálogo de la firma : «Desde Medina del Campo hasta la estación de Ávila, no encontramos más que una estación, la de Arévalo, que merezca ser mencionada para el interés de los turistas. Durante los siglos XIV y XV, Arévalo se convirtió en residencia real; en la actualidad nada ha subsistido de ese pasado, salvo el antiguo castillo y los campanarios de sus seis iglesias.

Ávila de los caballeros, es una vetusta y pintoresca localidad, que ha conservado intacto el carácter de una ciudad de la Edad Media; gracias principalmente a sus fortificaciones, cuya construcción se remonta a dicha época. Está completamente cubierta de iglesias, de conventos, de palacios, de un noble y fiero aspecto y de un color soberbio. Entre sus monumentos se encuentran notables ejemplos de los estilos románico y góticol, del primer periodo y del tercero. Dentro del estilo románico, debemos mencionar las pequeñas ermitas de San Isidro, la de  San Segundo, la iglesia de San Pedro, en la plaza del Alcázar, y, principalmente la iglesia de San Vicente de Ávila con su magnífico sepulcro que guarda los restos del titular de la parroquia.

La Catedral es el monumento  más notable de todos los del arte gótico; su fundación se remonta al tiempo de los godos y su reedificación fue realizada por Alfonso VI en el siglo XII. Sin embargo el ábside, que es una de las piezas más antiguas, no puede documentarse más allá del fin del siglo XII o de comienzos del XIII. En su interior nos encontramos construcciones de los siglos XIV y XV; las capillas de San Segundo y de Santa Teresa (debe decir de los Velada) son de épocas posteriores; altares adornados con retablos pintados por antiguos maestros de la escuela española; cuadros impresionantes; misales y de libros de canto llano, enriquecidos con preciosas miniaturas, y su soberbia Custodia de plata, obra del famoso Juan de Arfe; sillas del coro, esculpidas en nogal, son del Renacimiento; y un magnífico altar, en mármol blanco en la sacristía;  otros dos altares se encuentran en la nave principal, dedicados a  San Segundo y Santa Lucía. Mencionaremos todavía la tumba del obispo de Ávila El Tostado¸ compilador que convertido en célebres y providenciales los innumerables manuscritos que nos legó.

Entre las numerosas iglesias del siglo XV, citaremos la iglesia de  San Francisco, actualmente en ruinas, la de San Juan y, de manera especial, el convento de Santo Tomás, construido por los Reyes Católicos, donde los escudos repetidos en todos sus costados, adornan el edificio. Este notable monumento posee vastos claustros, una bella iglesia que encierra diversas sillas de coro; sin olvidar , el retablo de la capilla principal, similar al de la catedral; el soberbio sepulcro del infante don Juan, hijo de Isabel la Católica y de Fernando, de estilo renacentista, atribuido, no sin fundamento, al célebre escultor de Burgos Bartolomé Ordoñez (debe referirse al escultor florentino Doménico Di Alessandro Fancelli).

Un gran número de palacios merecen nuestra atención; como la casa de los Zurraquín (debe decir Valderrábanos), justo enfrente de la catedral; el palacio de Pedro Dávila, en la plaza del mercado de frutas. En el patio de este palacio se conservan aún algunos de sus cerdos, jabalíes o toros, esculpidos en granito, que se encuentran con tanta frecuencia en las provincias de Ávila, de Segovia, de Salamanca y de Zamora. Otros palació son los de los condes de Oñate y de Polentinos, que acoge la Academia de Administración Militar. El antiguo mercado de la Alhóndiga, es en realidad, dentro de su género, el más curioso que haya en España, donde las construcciones civiles son tan escasas.

Ávila es, en la patria de Santa Teresa de Jesús, la célebre mística, patrona de esta población, cuya memoria persiste con fuerza. En la capilla del convento de las Carmelitas, en otros tiempos bajo su intervención, y transformado hoy en institución educativa, se muestra el busto de la Santa, su retrato y algunos restos del mobiliario original de su celda. De entre todos los antiguos conventos, conviene no olvidar realizar una visita a la Encarnación, que es donde Santa Teresa profesó, y al de San José que ella misma fundó.

Las puerta de Ávila, principalmente las de San Vicente y del Alcázar, esta última contemporánea del tiempo de los Reyes Católicos (debe referirse a  que por ella hizo su entrada Isabel la Católica), o las casas de la calle Pedro Dávila, las de la plaza de la catedral, y tantas otras, deberían ser visitadas por el artista y el erudito debido a su peculiar arquitectura, sus disposiciones interiores y sus fachadas, donde destaca de manera singular el severo color del granito empleado en su construcción.Gran número de célebres escultores y pintores han contribuido a enriquecer los monumentos de Ávila, como Berruguete, Santos Cruz y Juan de Borgoña.

En los acontecimientos históricos que han tenido lugar en Ávila, recordamos que Ávila jugó un papel predominante en las últimas etapas del avance cristiano sobre los territorios del al-Andalus, cuando Enrique IV de Castilla fue destronado y transformado en efigie. Fue también en Ávila donde se desarrolló el levantamiento de los Comuneros en los albores del siglo XVI. También allí ejerció su función la Inquisición, dirigida por el fanático e implacable Torquemada».