El sábado pasado, casi medio centenar de mingorrianos, convocados por las Asociaciones de la localidad “La Tusa” y “Cantera Grande”, han cruzado el río Adaja para visitar a su vecino Cardeñosa, el pueblo con quien comparte el paisaje de berrocales y encinas, y los históricos oficios de la molinería y la cantería, aparte de la existencia de lazos familiares entre algunos de sus habitantes.
Buena prueba de las relaciones de vecindad entre ambas poblaciones de la ribera del Adaja son los dichos antiguos que relacionan la historia de sus gentes. «Mingorría y Cardeña pa los que vengan», es una de las expresiones que se decían en los torneos de luchas y del juego de pelota a mano que tenían lugar en Mingorría entre los pueblos de la zona, con lo que se significa la gallardía y bravura de sus mozos frente a otros contendientes de localidades vecinas
Otras frases célebres de la tradición oral son: «En Cardeñosa hacen leña / y en Mingorría la queman/ para los panes/ que a Ávila llevan», y «Ávila tiene la fama / de los grandes caballeros, / y Mingorría la tiene / de los grandes panaderos».
Estos dichos hacen referencia a la especialización de cada pueblo en parte de sus formas de vida, donde Mingorría era conocida por su habilidad para hornear pan, y Cardeñosa por proveer la leña de los montes de encina de su término, tan necesaria para la cocción en las numerosas panaderías que se contaban.
La jornada del singular reencuentro comenzó a primera hora de la mañana con la concentración de los ‘peregrinos’ en la plaza de la iglesia que circunda la calle de la María Vela y Cueto (1561-1617), una monja cisterciense natural de la localidad y escritora mística que profesó en el convento de Santa Ana de Ávila. Allí, la comitiva fue recibida por el arqueólogo y guía de la expedición, Jorge Díaz de la Torre, quien regenta la agencia de turismo “Patrimonio divertido”.
Iniciada la ruta cultural, la primera parada se produjo frente a la Casa del Infante, Alfonso de Castilla, El Inocente (1453-1468), hermano de Isabel la Católica y hermanastro del rey Enrique IV, quien tenía corte propia en Arévalo y que falleció en esta morada envenenado por ingesta de una trucha, y cuya muerte cambió el curso de la historia. Aquí rememoramos los sucesos que rodearon el fatídico suceso y las posteriores de guerras de sucesión al trono castellano, recordamos la historia de la Arévalo proclamación como heredera en la Jura de los Toros de Guisando en 1468 de la futura reina Isabel I de Castilla. Fuera aparte y como curiosidad, traemos a colación la novela fantástica que fabula Teresa López Velayos sobre el infante con el título «La trucha que mató al rey» (Ed. Torre de Lis, 2021).
La parada siguiente, después de pasar por la enigmática Fuente del Carpio coronada con una cruz de piedra, se produjo como antesala de la posterior visita al yacimiento en el Aula Arqueológica Castro de las Cogotas, situada en el edificio consistorial. Aquí, en el aula interactiva, muy didáctica e ilustrativa a base de paneles, maquetas y algunas piezas de la cultura de los vettones, tuvo lugar un primer acercamiento a la historia, la cultura, la arquitectura, la economía y el urbanismo de este pueblo guerrero, viajero y saqueador, además agrícola y ganadero, representado en la figura modelada a escala real de unos de los diestros jinetes con todos sus atavíos. Incluyo pudo verse reproducida a escala la escultura zoomorfa de Mingorría conocida como el “Marrano de la Virgen” delimitadora del amplio territorio de influencia vettona que debía extenderse hasta allí.
Enfrente del aula, se levanta la iglesia parroquial de la Invención de la Santa Cruz (s. XV-XVI), y el séquito mingorriano se asentó entonces en la bancada parroquial para escuchar atento la descripción de las bellezas del templo. Su atractiva arquitectura se caracteriza por su ábside poligonal y estribos de excelente sillería para contrarrestar los empujes de la bóveda de crucería. El cuerpo tiene tres naves, definidas por tres grandes arcos semicirculares, con arquivoltas y pilares adornados con bolas, como también el arco escarzano que sostiene el coro a los pies. La nave central tiene artesonado mudéjar. El retablo del altar mayor es obra de Pedro de Salamanca y Blas Hernández y está dedicado a la Santa Cruz.
También en el interior del templo destacan, una escultura de santa Paula Barbada, de quien escuchamos la leyenda de su salvación en la ermita de san Segundo en Ávila frente al acecho de un lascivo caballero; los retablos colaterales de Nuestra Señora del Rosario y de Nuestra Señora del Carmen, del siglo XVIII; un bello órgano barroco, también del siglo XVIII; el púlpito de piedra adornado con bolas, excelente obra de cantería; y, sobre todo, la “Virgen del Pajarito”, obra de Vasco de la Zarza, un grupo en que la Virgen, sentada sobre un trono, ofrece al Niño unos frutos que rechaza porque está jugando con un pajarito que tiene entre las manos. Finalmente, en la sacristía, pudo verse un incipiente y pequeño museo en que se muestran cuadros, trípticos, cálices, patenas y vestimentas, y un bello aguamil labrado en granito.
Reiniciada la marcha siguiendo el viacrucis que marcan el recorrido, llegamos al majestuoso Calvario, o las ‘Tres cruces’, uno de los más parecidos al Calvario de Jerusalén, ya que están colocadas a distancia y alturas similares al original. En las inmediaciones, visitamos la ermita del Berrocal, de Nuestra señora del Tránsito o del Cristo, que cuenta con una plaza de toros cuadrada donde se celebraban corridas de toros el día de la romería.
En otros tiempos, según Madoz, se decía haber sido convento de templarios, pero la realidad es que en 1473 se fundó en ella el llamado convento de franciscanos de Santa María del Berrrocal que tuvo una vida efímera. La ermita mantiene todavía la casa del santero, habitada hasta no hace mucho, y para el mantenimiento y reparación de la cubierta recientemente se han realizado diversas actividades con el Berrocal fin de recaudar fondos para ello.
Puestos de nuevo en camino, una ruta de casi cinco kilómetros que deja a un lado el llamado Arco de Conejeros, resto de la iglesia de un antiguo poblado del siglo XIII, guiados por Jorge Díaz llegamos al yacimiento del Castro de las Cogotas. Se trata de un poblado celta y su necrópolis, descubierto en el año 1876, que tuvo su máximo esplendor entre los siglos V y III a.C.
El castro situado junto al río Adaja, en el cerro de las Cogotas, inmediato a la presa del embalse que lleva su nombre, desde donde se divisa el pueblo vecino de Mingorría y la zona del río donde se escondía el bandolero Marianete, cuya biografía ha sido novelada por Félix Velayos García (Círculo rojo, 2015). en medio de piedras berroqueñas y encinares frondosos, con abundancia de pastizales y cercanía de tierras llanas y fértiles en que practicar la agricultura.
Las excavaciones realizadas en el yacimiento han permitido identificar dos periodos de ocupación, uno entre el año 1200 y 800 a.C., coincidiendo con el Bronce Final, denominado Cogotas I; y otro, denominado Cogotas II, entre el 400 y el 100 a.C., protagonizado por los vetones, que abandonaron el castro como consecuencia del proceso de romanización.
Al norte del castro se localiza la necrópolis de Trasguija, excavada por Juan Cabré Aguiló, quien lo hizo en campañas de 1927, 1929 y 1930, es perfectamente identificada por la existencia de cientos de estelas de granito que se encuentran tumbadas en la actualidad. Está protegido por un doble recinto amurallado y un campo de piedras hincadas para impedir la llegada de caballería.
El castro y necrópolis de Las Cogotas es el yacimiento más significativo de Ávila, el cual ha tenido gran trascendencia para el conocimiento de un amplio período de la prehistoria peninsular, dando nombre a dos períodos fundamentales: el Bronce Medio-Final, conocido como «Cogotas I», y la plena Edad del Hierro, o Hierro II, conocido como «Cogotas II». Ciertamente, la Edad del Hierro (siglos VII a I a. de C.) en Ávila alcanza su máximo exponente en este ccastro Cardeñosa cuyo asentamiento vuelve a ser ocupado de nuevo en esta época hasta su destrucción por los romanos. De este último periodo son las esculturas zoomorfas y verracos de piedra encontrados en el mismo.
El castro se halla estratégicamente situado, defendido por un doble cinturón amurallado y una zona de piedras hincadas, delimitando dos recintos, uno destinado a poblado, el más alto, y a encerradero de ganados el inferior. Los objetos hallados en Las Cogotas son muy numerosos. Así, los hay metálicos de bronce (fíbulas y una espada) y de hierro (puñales, herramientas para trabajar la madera, el cuero y la piedra). También abundan cerámicas lisas, impresas y decoradas, tanto del Bronce como del Hierro.
Finalmente, como colofón de la excursión que aquí termina, diremos que, en el Museo de Ávila, también en el Arqueológico Nacional, pueden contemplarse selecciones bastante significativas de los objetos y hallazgos encontrados en el yacimiento. Y añadimos que para saber más sobre la puede consultarse el catálogo de la exposición Celtas y Vettones con textos de M. Almagro, María Mariné y J.R. Álvarez Sanchís (IGDA, 2001), entre otros títulos sobre la materia.