14 de septiembre de 2025

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De Crónicas

ÁVILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA (X y último). Celebridades y personajes

ÁVILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA (X y último). Celebridades y personajes
ÁVILA ROMÁNTICA EN LA MIRADA (X y último). Celebridades y personajes
Jesús Mª Sanchidrián Gallego
  • 07 de Septiembre de 2025

110. COLECCIÓN DE RETRATOS.

Una parte importante del negocio fotográfico de J. Laurent estuvo en la comercialización de retratos de personalidades famosas y célebres, los cuales, por su bajo precio, eran adquiridos por el público en general para su álbum familiar. En esta galería de imágenes desfilaban reyes, príncipes y princesas, aristócratas, políticos, militares, pintores, músicos, artistas, toreros, santos, obispos, monjas, médicos y escritores, entre una pléyade de personajes desconocidos, pero de educadas formas en el vestir y en el posar.

Con todo, a lo largo de la última mitad del siglo XIX proliferan los muestrarios de gentes que se coleccionaban como cromos y que servían de modelo acomodaticio en una sociedad compulsiva en proceso de cambio.

Estamos en 1861, y el periódico La Iberia anuncia en su Almanaque político y literario la colección de retratos que se venden en el establecimiento fotográfico de J. Laurent con la siguiente proclama: “Colecciones de retratos y grupos, tarjetas de la Familia Real, de los principales generales que ha figurado en la guerra de África, y otras celebridades. 25 retratos a escoger, por 100 reales vellón”.

Entre ellos figuran la Reina Isabel II, el Rey consorte, el Príncipe de Asturias, las infantas de España, la familia real en grupo, los Duques de Montpensier, Leopoldo O´donnell, Juan Prim, Francisco Martínez de la Rosa, Garibaldi, las cantineras del batallón de cazadores de Talavera y de Baza, el cornetín mayor de este último batallón, el torero “Cúchares”, etc. .

Por su parte, el periódico liberal El Contemporáneo publica en 1862 un anuncio señalando “que la colección ilustrada insertada en octubre del mismo año titulada Escenas contemporáneas ha sido realizada por Laurent, el autor de los retratos fotográficos de hombres políticos, literatos, actores, actrices y cantarines que reciben los suscriptores”.

Igualmente, los depositarios en provincias de la Casa Laurent también anuncian las novedosas imágenes, y así leemos en El Comercio de Cádiz del 14 de agosto de 1862: “Colección de retratos fotográficos de personajes, artistas y otras celebridades contemporáneas españolas, por Mr. Laurent, fotógrafo de Su Majestad. Cada retrato se vende al precio de 4 reales; los artísticos, o sea, de busto, a 6 reales”.

Y en este mismo periódico del 30 de agosto siguiente se publica que “acaba de recibirse un nuevo surtido de sus excelentes retratos de la Familia Real, Ministros, Generales, Artistas dramáticos, Compositores, Músicos, Artistas de Circo de Madrid y celebridades diversas y taurómacas”. El depositario del fondo fotográfico de Laurent en Ávila era Abdón Santiuste, con domicilio en la Calle Caballeros 2, y en su establecimiento se vendían los retratos anunciados.

Los pequeños retratos comercializados entonces en formato de carte de visite (tarjeta de visita) configuraron peculiares álbumes familiares en los que se entremezclaban imágenes de parientes y amigos con tipos y personalidades famosas, en una extraña simbiosis de identidad social que prestigia a su poseedor. El álbum tiene una jerarquía interna en la que se sitúan ordenadamente no sólo quienes constituyen la red familiar y social, también hay cabida para los poderosos del mundo, las celebridades del teatro o de la música, y todo aquello que es susceptible de ser captado por la imagen fotográfica y acumulado en un nueva forma de museo universal privado, a modo de revista ilustrada.

Y aunque las fotografías solían proceder de diferentes gabinetes, Laurent resultó ser uno de los autores más coleccionados por el volumen y variedad de su catálogo fotográfico, el cual en 1863 ofrecía las siguientes imágenes: “Familia Real, Ministros de la Corona, Iglesia, Senadores del Reino, Diputados a Cortes, ejército, celebridades literarias y políticas, celebridades médicas, Bellas Artes, compositores y músicos célebres, Tauromaquia, y celebridades varias”, donde figuran los nombres del Inquisidor Torquemada, Alonso de Madrigal “El Tostado”, Santa Teresa, Sagasta, el Duque de Alba, el Duque de Valencia y los pintores del momento que reseñamos en el capítulo dedicado a las Bellas Artes.

A remolque de las promociones madrileñas, Ávila también se suma a la corriente del coleccionismo fotográfico, y la figura que llena todos los escaparates y álbumes familiares es Santa Teresa de Jesús, cuya imagen se multiplica en el estudio fotográfico de los Hermanos Torrón y se vende y exhibe en los escaparates comerciales del Mercado Grande.

En los álbumes de las clases acomodadas abulenses tampoco faltan los retratos de personajes célebres, tal y como deducimos de la carta que escribió en Ávila el 28 de octubre de 1886 Agustín Santayana a su hijo el pensador y escritor Jorge Santayana diciéndole: “Me gustaría que me mandases algunas fotografías de personajes, principalmente de algunos militares. Supongo que habrá reproducciones muy baratas, porque las hay en Madrid en la puerta del Sol, por un real cada una. No son muy buenas ciertamente, pero dan idea de lo que representan”. Más aún, una vez recibidos los retratos contesta:

“Hoy jueves 18 de noviembre (de 1886) recibo tu carta del domingo, con los retratos del emperador y de Bismarck. Los ha visto D. Pelayo y me los ha pedido para enseñarlos a sus amigos”.

111. CELEBRIDADES ABULENES.

Entre tantas estampas escogemos ahora los personajes que de alguna manera tuvieron en Ávila un lugar de referencia, en un intento de formar el álbum de celebridades abulenses de la última mitad del siglo XIX, y lo hacemos a partir de los numerosos retratos divulgados en la época e incluidos en los catálogos comerciales de Laurent y de otros.

Son muchos los álbumes que se conservan en la Biblioteca Nacional y en colecciones particulares, y en ellos nos llaman la atención las fotos de la familia real que tantas veces visitó la ciudad amurallada, donde reconocemos a Isabel II, al príncipe Alfonso, y a las infantas Isabel, Pilar, Paz y Eulalia.

Igualmente, nos detenemos en las imágenes del gobierno revolucionario de 1868, en el que aparecen Sagasta y el diputado por Ávila Laureano Figuerola, éste también en busto esculpido por J. Gragera; así como en los retratos del también diputado y senador por Ávila Manuel Silvela; del obispo que fue de Ávila Fray Fernando Blanco y Lorenzo; de la precursora del feminismo Concepción Arenal, que figura en el callejero de la ciudad con una plaza dedicada a su figura; del rey Amadeo de Saboya, por el que la ciudad festejó su proclamación en 1870; y de los escritores celebrados y honrados en Ávila Calderón de la Barca (escultura) y Gustavo Adolfo Bécquer.

También son reseñables los retratos de los pintores Federico de Madrazo y Antonio Gisbert, algunos de cuyos cuadros fueron copiados para el Ayuntamiento abulense; de los pintores y dibujantes de temas y personajes abulenses Moreno Carbonero, Ángel Lizcano, Juan Comba y Bernardo Rico; de los reyes Alfonso XII y su esposa María de las Mercedes; del político Martínez de la Rosa, cuyo retrato cuelga de la paredes del consistorio; y del general Narváez cuyos descendientes emparentaron y heredaron en Ávila el Palacio de los Águila.

Completan la serie, Eugenia de Montijo y su marido Napoleón III, que tenía propiedades en Ávila; el Duque de Abrantes, senador por Ávila que habitaba el palacio de los Dávila; el Duque de Alba, grande de España con larga tradición en tierras de abulenses; Cecilio Ramón Soriano y Francisco Silvela, diputados por Ávila; Celedonio Sastre, alcalde de la ciudad; D. Carlos VII y la familia carlista con seguidores en la capital; el marqués de Cerralbo, dueño del palacio de los Almarza; los afamados toreros del momento y el matador de toros Mazzantini, que fue gobernador de Ávila; el Marqués de Novaliches, residente en Ávila durante el sexenio revolucionario; Ángela Vidal de Sagasta; y los omnipresentes en la sociedad isabelina, el padre Claret y sor Patrocinio.

De todas estas personalidades, ahora seleccionamos algunos de los retratos que hizo Laurent, a quien hemos tomaddo como referencia en estas artículos.

112. PERSONAJES DE LA HISTORIA ABULENSE.

No solamente los retratos tomados de personas al natural integran los álbumes familiares, sino que también Laurent comercializa imágenes de figuras históricas reproducidas fotográficamente de esculturas, pinturas, dibujos, o grabados.

Así, relacionadas con Ávila, encontramos en los catálogos de Laurent y en los fondos de la Biblioteca Nacional, principalmente, los bustos del obispo abulense Alonso de Madrigal “El Tostado” y el inquisidor Fray Tomás de Torquemada; los retratos de Isabel la Católica, por pintura de Eduardo Rosales y por escultura de Felipe Bigarny, entre otros artistas que relacionamos en capítulo aparte; de Santa Teresa, por pintura de Juan de la Miseria y por escultura de Gregorio Fernández, además de otras representaciones pictóricas que se detallan en otro capítulo de este libro; del Duque de Alba, por pintura de Tiziano; de los Duques de Alba, de Jovellanos y de la marquesa de Abrantes, por pinturas de Goya; del escritor, poeta y diputado por Ávila Mariano José de Larra, por dibujos de Rosario Weiss y Federico Madrazo; del amigo de Eugenio de Tapia y poeta nacional Manuel Quintana, por pintura de Luis López Piquer; y de la Marquesa de Nájera, asidua visitante de la ciudad acompañando a la infanta Isabel “La Chata”, y ella misma, a partir de las llamadas fotoesculturas que ideó el propio Laurent en 1864.

113. ÁLBUM FAMILIAR.

Deteniéndonos una vez más en los retratos seleccionados, observamos que Ávila, además de verse representada en palacios y casas señoriales de la aristocracia española que fotografió Laurent en la ciudad, también se intuye en la iconografía de las cartes de visite comercializadas por los fotógrafos de la época y coleccionadas por ilustrados y curiosos.

En los álbumes familiares comprobamos que Ávila aporta a la política de la nación personalidades como Manuel y Francisco Silvela, que es elegida por su cercanía a la corte como circunscripción electoral de influyentes políticos y gobernantes (Larra, Bravo Murillo, Figuerola, Marqués de Torrecilla, José Canalejas y Casas, etc.), que en su colonia veraniega son renombrados Sagasta, Pidal y Polavieja, que numerosos pintores se ocuparon de sus personajes históricos (Goya, Madrazo, Rosales, Gisbert, Lizcano, Moreno Carbonero, etc.).

Las celebridades retratadas admiradas y queridas en Ávila tienen tal condición por ser parte de la corona o la familia real, por su dedicación a la política nacional, por su renombre literario y artístico, por su historial militar o por su santidad.

De las paredes del Ayuntamiento de Ávila cuelgan cuadros de las celebridades históricas decimonónicas configurando un álbum pictórico de imágenes cuyos personajes también se hallan fotografiados en las colecciones populares.

Las pinturas municipales representan entonces a Fernando VII, Isabel II, Amadeo de Saboya (desaparecido), Alfonso XII, Alfonso XIII, Victoria Eugenia, Martínez de la Rosa, y al Obispo Fray Fernando Blanco, lo que indica el marcado carácter monárquico de su tradición histórica.

114. ÁVILA DE LOS ADMINISTRADORES.

La aristocracia y los miembros de la nobleza en general solían ser excelentes clientes de los estudios fotográficos, además de buenos aficionados como lo demuestran las colecciones de los Duques de Osuna, los Marqueses de Montpensier y el Marqués de Cerralbo, entre otras.

En Ávila, Laurent más que comercializar los retratos de las históricas familias prefirió hacerlo de las vistas de sus palacios, donde sobresalen apellidos tan ilustres como los Dávila, Polentinos, Superunda, Oñate, Núñez Vela, Cerralbo/Almarza, y Valderrábano, y es que de todas formas, la mayoría de las casas señoriales de la ciudad no tenían moradores que retratar.

Efectivamente, las grandes casas españolas tenían administradores en Ávila de sus palacios y propiedades, mientras que los nobles señores sólo se dejan ver en algunos retratos fotográficos coleccionados con orgullo, como si de parientes lejanos se tratara, entre los que se asoman el emperador y la emperatriz de los franceses, el duque de Alba, los duques de Abrantes o los marqueses de Cerralbo.

Azorín, en su discurso de entrada en la Real Academia de 1924, siguiendo la guía de Valeriano Garcés de 1863 recrea el ambiente aristocrático de la ciudad y reseñar que los títulos más importantes con hacienda en Ávila son S.M. la Emperatriz de los franceses, los Duques de Abrantes, Alba, Medinaceli, Roca, Tamames; los Marqueses de Cerralbo, Fuente el Sol, Obiesco, San Miguel de Gros; los Condes de Campomanes, Parcent, Polentinos, Superunda, Torrearias; y la Condesa de Montijo.

En 1877, según José de Nicolás Melgar, Marqués de San Andrés e hijo del Marqués de Canales y Chozas, “de los treinta palacios que existían en Ávila, como restos del antiguo esplendor de la que fue capital de Castilla en la Edad Media, sólo estaban vividos por sus dueños el de los duques de Abrantes; el de los condes de Superunda y marqueses de Bermudo, señores de Zurraquín y de Bularros, que hoy es residencia y museo del artista Guido Caprotti; el torreón de los condes de Oñate, hoy de la condesa de Crecente; el de los duques de la Roca, hoy Audiencia Provincial, y por último el de los Sofraga y Villaviciosa, habitado por los marqueses de Peñafuente, condes de Villamediana.

Todos los restantes señores emigraron a la Corte y dejaron al cuidado de sus palacios a los administradores de sus fincas, y por ello se llamó en algún momento a esta ciudad, en lugar de Ávila del Rey y de los Caballeros, “Ávila de los Administradores”.

115. VISITANTES DE LA ACADEMIA.

La implantación de la Academia de Administración Militar en el Palacio de Polentinos de Ávila en 1875 propició la frecuente visita de numerosas personalidades políticas y militares, y miembros de la realeza y la aristocracia, muchos de los cuales formaban parte de la singular iconografía “familiar” que reposaba en la mesita de los salones acomodados de la ciudad.

En el libro de visitas de la Academia figuran entre cientos de nombres los de Práxedes Mateo Sagasta, en 1876 y 1887; Segismundo Moret, en 1876; el Rey Alfonso XII, en 1878; el Ministro de la Guerra, el General Ceballos, Marqués de Torrecilla, en 1878; Eugenia de Montijo, en 1878; Luis Fitz-James, Duque de Alba, en 1878; el Capitán General de Castilla la Vieja, Marqués de la Vega Inclán, en 1879; las infantas Doña Isabel, Dª Eulalia y Dª Paz de Borbón, y la Marquesa de Nájera, en 1882; Concepción y Ramón Mª Narváez, en 1885; el arquitecto Enrique Mª Repullés en 1887; y el Teniente General, que fue Ministro de la Guerra, Eduardo Bermúdez Reina, en 1894. Personajes todos ellos pertenecientes a la selecta clase social dominante, a los que la fotografía permitía entrar en la casa de cualquiera y codearse sin rubor con su propietario por unos reales.

116. COLONIA VERANIEGA.

Las aguas del Balneario de Santa Teresa, alumbrado en 1894 y situado en las cercanías de la capital en el municipio de Martiherrero, propiciaron una numerosa colonia veraniega como recuerda José Mayoral en su guía de 1916: “Desde remotos tiempos Ávila fue residencia de verano de los Reyes Católicos. La Reina Isabel II también pasó una temporada en ella y hombres ilustres como D. Práxedes Mateo Sagasta, don Alejandro Pidal, D. Camilo Polavieja, los eximios poetas (Maximiliano) Grilo, (José Antonio) Cavestany y (Emilio) Ferrari la escogieron para pasar en ella las vacaciones estivales.

Una parte importante de estos personajes, y de otros tantos, al ser retratados y coleccionados como cromos, parece como si se integraran socialmente en la ciudad. Y ahí están los retratos que ya formaban parte del imaginario popular de Isabel II y las infantas, Alfonso XII, Sagasta, los Silvela o los emperadores de Francia.

117. RETRATOS EMBLEMÁTICOS.

Las fotografías de Laurent fueron en su día un verdadero fenómeno social, por lo que no debe sorprender que las mismas inspiraran a escritores y estudiosos. Un ejemplo de ello son los comentarios que dejó escritos José Martínez Ruiz “Azorín” (1873-1967). Azorín ha viajado imaginariamente por la España de 1860-1870 ayudado por Laurent, nuestro fotógrafo francés.

A lo largo del viaje ha contemplado admirado las viejas ciudades y ha conversado con sus celebridades, fiel a una obsesión confesada:
En la novela "La Voluntad" escrita en 1902, Azorín resume el catálogo de celebridades de Laurent diciendo:

Azorín “se ha entretenido en repasar una colección de retratos que Laurent hizo allá por los años del 60 al 70 (...). Figuran en ella diputados, ministros, poetas, periodistas, tiples, tenores, gimnastas, obispos, músicos, pintores. Y todos posan lamentables, trágicos, ridículos, audaces, anodinos (…). Azorín va repasando la inmensa colección de retratos. y por un azar que llamaremos misterioso, pero que en realidad, yo lo aseguro, no tiene nada de -impenetrable, sus ojos se fijan en cinco fotografías que son como emblemas de todo lo más intenso que el hombre puede alcanzar en la vida.

La primera es símbolo de la Voluptuosidad. Representada por un hombre vestido de arzobispo... Este hombre se llamaba Antonio Claret y Claret. La segunda fotografía simboliza la Fuerza. Este hombre se llamaba Antonio Cánovas del Castillo. La tercera fotografía es la de un gentilísimo caballero.

Este hombre es la Elegancia; se llamaba Julián Romea. La cuarta fotografía simboliza el Dinero y el hombre se llama José de Salamanca. Y he aquí el postrer retrato, este hombre se llamaba Gustavo Adolfo Bécquer y simboliza la Poesía. Azorín ha admirado largamente estos retratos. Y ahora sí que él, que tiene alma de artista, se ha puesto triste, muy triste, al sentirse sin la Voluptuosidad, sin la Fuerza, sin la Elegancia, sin el Dinero y sin la Poesía".

Efectivamente, una parte importante de la impresionante colección de retratos que fotografió Laurent se conserva en la Biblioteca Nacional, el mismo lugar al que acudió Azorín aquella tarde. Entre los famosos personajes retratados por Laurent en lo que denominó "Galería de Celebridades", nosotros, como Azorín, hemos rastreado la imagen de aquellas que tuvieran alguna relación con la ciudad medieval que siempre ha sido Ávila.

De la misma época ha sobresalido el retrato que Laurent hizo a Manuel Silvela y de Le-Vielleuze (1830-1892), hijo del gobernador civil de la provincia. Manuel Silvela también fue senador, como su padre, por Ávila y Ministro de Estado con Cánovas del Castillo.

Su figura, hechizada por la magia de Ávila, también puede servirnos asociada al símbolo de la Fuerza de Cánovas, pero también cabe destacar su sensibilidad por la poesía de Bécquer. No en vano fue destacable su gesto a la muerte del poeta encabezando la lista de suscriptores para publicar sus obras. Manuel Silvela fue Director General de Instrucción Pública en 1865, cargo que casualmente también desempeñó Azorín en 1917 y 1918.

Estando en el mismo ejercicio de repaso de la colección de retratos que hizo Azorín en la Biblioteca Nacional, nos encontramos con nuevos ejemplos del símbolo de la Fuerza, como son las numerosas fotografías del presidente de Gobierno Mateo Práxedes Sagasta, del diputado por Ávila Laureano Figuerola, del antiguo alcalde de Ávila Celedonio Sastre, y del Marqués de Abrantes y del Duque de Alba, nobles aristócratas con propiedades en Ávila y provincia.

Sagasta acudía periódicamente a la capital abulense donde tenía casa en la plaza del Mercado Grande. La vivienda ocupaba uno de los pisos del edificio de tres plantas que luego fue oficina de correos, después sede de la caja de Ahorros, y de nuevo edificio de viviendas según el proyecto del arquitecto Rafael Moneo. Durante el verano Sagasta se desplazaba hasta su finca de "La Palenciana", y coincidiendo con sus visitas el Ayuntamiento designaba una comisión que le ofreciera" sus respetos y la bienvenida.

La presencia del Presidente del Consejo de Ministros en la ciudad Ávila cobraba un especial protagonismo en la vida política española. En la Biblioteca Nacional se conserva un número importante de retratos de Sagasta.

Aquí destacamos el realizado por Laurent y otro junto al gobierno provisional de 1868. A la figura de Sagasta Azorín le dedicó un capítulo aparte.

Frente a la voluptuosidad del padre Claret en que reparó Azorín, nosotros nos quedamos con el misticismo de Teresa de Jesús. Para ello retomamos el discurso académico de 1924 de "Una Hora de España", en el que Azorín se refiere a Santa Teresa cuando finaliza su oratoria con las siguientes palabras «Ávila es la ciudad de los caballeros.

Toda la ciudad vive intensa vida cívica. El ambiente es aristocrático. y un";' momento hay en la vida de Ávila en que esta modalidad culmina en una fórmula viva y espléndida- Teresa de Jesús -; una fórmula en que la acción se alía, no a un fin terreno y limitado, sino a un anhelo espiritual, universal, y en que el sentido aristocrático llega a su más alta y refinada expresión; a la elegancia desafeitada".

Esta impresión simboliza sin duda uno de los "emblemas de todo lo más intenso que el hombre puede alcanzar en la vida", por los que Azorín se sintió cautivado en su visión plástica de los retratos de Laurent. Ese día, cuando acudió a la Biblioteca Nacional, Azorín hojeó la antigua colección de periódicos de El Imparcial y las fotos de Laurent, sin saber que allí mismo también podría contemplar la imagen de La Santa.

Efectivamente, en las revistas "La Ilustración de Madrid" de 1870 y la "Ilustración Española y Americana" de 1875 se hallaba reproducida una fotografía realizada por Laurent de la escultura de Santa Teresa de Jesús de Elías Martín. Más aún, otra fotografía de Laurent de 1871 recoge una pintura de Benito Mercadé dedicada a Santa Teresa de Jesús realizada dos años antes para la Exposición Nacional de Bellas Artes, y sin salir de la Biblioteca Nacional, un último retrato de Santa Teresa fotografiado por los abulenses Hnos.Torrón en 1882 puedo ser admirado por Azorín, lo que quizás habría acentuado su "fracaso irremediable; porque la vida sin la fuerza de la "elegancia" o la "poesía" no merece la pena vivirse".

La "elegancia desafeitada" de Santa Teresa responde entonces a ese afán de precisión, de claridad, de pureza, de lucha con la palabra que tiene vida en sí misma.

Finalmente, también nos quedamos con la figura de Bécquer, y más concretamente con el retrato fotográfico que le hizo José Martínez Sánchez, socio de Laurent en 1867, que simboliza la poesía.

De la misma manera, la poesía decimonónica tenía su exponente iconográfico en la figura prerromántica de Manuel José Quintana (1771-1857), poeta “nacional” que fue retratado por Laurent por una pintura de Luis López Piquer, de quien ahora destacamos su amistad con el escritor Martínez de la Rosa (1787-1862), cuyo retrato cuelga del ayuntamiento de Ávila, y con el periodista, dramaturgo y poeta abulense Eugenio de Tapia (1876-1860). Igualmente, apuntamos la poesía prerromántica de Eulogio Florentino Sanz (1822-1881), natural de Arévalo, retratado en una pintura de 1854 que se conserva en el Museo Romántico de Madrid por Ignacio Suárez Llanos (1830-1881).

Suárez Llanos en 1867 hizo un retrato depositado en la Escuela de Canto de Madrid del pintor Enrique Mélida Alinari, artista a quien también retrató Edgar Degas (1834-1917) y autor del cuadro Interior de San Pedro de Ávila, título que fotografío Laurent para su archivo comercial.

118. ESCAPARATES FOTOGRÁFICOS.

Siguiendo la idea narrativa de Azorín, llaman la atención sus impresiones viajeras:

"Siempre que yo llego a una ciudad desconocida mi primer cuidado es contemplar los escaparates de los fotógrafos. Yo veo en ellos los retratos de los buenos -señores que viven en el pueblo y a quienes no conozco -y esto acaso me los hace simpáticos- y las caras tan diversas, tan enigmáticas de esas muchachas".

El viajero que en los años setenta del siglo XIX se acercaba hasta Ávila tenía en el establecimiento de Abdón Santiuste, sito en la Calle Caballeros, 2 de la capital, el mejor escaparate fotográfico de la ciudad y de la obra de Laurent. Abdón Santiuste era el depositario en Ávila de toda la obra fotográfica de la casa Laurent, y así se reseña en el catálogo de sus fondos incluida en la "Nouveau Gide du Turiste en Espagne et Portugal".

En la pequeña historia de la ciudad de esta época destaca la singularidad de Abdón Santiuste como el impresor y librero más importante de la capital y provincia durante la segunda mitad del siglo XIX.

En su establecimiento se imprimieron Boletines como el Eclesiástico el del Gobierno Militar de la Provincia, el de la revolucionaria Junta de Gobierno de Ávila, el Oficial de la Provincia, el de Venta de Bienes Nacionales de la Provincia etc., así como cartas pastorales, libros, y periódicos (El Concurso, El Castellano, El Progreso y El Eco de la Verdad), y se suministraba papel al Ayuntamiento.

Además, Abdón Santiuste fue concejal de Ávila y regentó el establecimiento de baños de su propiedad abierto en el verano de 1886.

La casa de baños se encontraba frente a la Basílica de San Vicente, en la Avda. de Madrid, y ocupaba toda la manzana hasta la iglesia de San Andrés. Actualmente el solar que dejó de la casa de baños está ocupado por el edificio del Colegio Oficial de Farmacéuticos.

El deleite de Azorín en la contemplación los escaparates as ciudades, viene a significar una especial sensibilidad contagiada por las fotos de Laurent.

Estas fotos se encuentran en la mesa escritorio del estudio de "Antonio Azorín", donde "el cajón está repleto de fotografías de monumentos y paisajes españoles, fotografías de cuadros del Museo del Prado, fotografías de periodistas y actores, fotografías pequeñas, hechas por Laurent, de las notabilidades de 1860, daguerrotipos, en sus estuches lindos, de interesantes mujeres de 1850".

Además, en las paredes de la casa también cuelgan las fotos que Laurent había tomado en el Museo del Prado de los cuadros que Velázquez, Goya, Van Dick... y de ciudades como Guadalajara y Salamanca.. Las fotografías de Laurent sobre pinturas del Museo del Prado, tantas veces citadas por Azorín como elementos confíguradores del marco ambiental donde se sitúan los personajes de sus escritos, las hemos localizado en el Archivo Ruiz Vernacci y en la Biblioteca Nacional.

119. ARTISTAS PLÁSTICOS.

Las artes plásticas alcanzan durante la segunda mitad del siglo XIX una espectacular popularidad de la mano de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes que se celebran cada año. Auspiciados por este gran acontecimiento cultural, los pintores de la época alcanzaron una enorme popularidad, tanto que pronto se incorporan al catálogo de celebridades que comercializa Jean Laurent, y buena muestra de ello son los retratos que hizo de Luis y Federico Madrazo, Eduardo Rosales, Manuel Castellano, Dionisio Fierros, Antonio Gisbert, Francisco Javier Parcerisa, Pablo Gonzalvo, Cecilio Pizarro y Manuel García “Hispaleto”, y que reseñamos por la temática de sus obras relacionada con Ávila en algunas de ellas.

Así, la relación de los pintores retratados por Laurent con Ávila y con sus personajes históricos Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús, merece un estudio más profundo, de lo cual ya nos hemos ocupados an artículos anteriores.

120. TAUROMAQUIA.

Por su relevancia con la España romántica del siglo XIX, y por su atracción para los viajeros extranjeros y público en general, Laurent dedicó a la tauromaquia un capítulo aparte en su catálogo de 1863, y prueba de tal atractivo resulta especialmente interesante la colección que se conserva en el Museo de la Historia de Madrid.

En la misma línea, llama la atención la extraordinaria colección de motivos taurinos que hizo en Ávila el Marqués de Benavites y de Canales y Chozas, entre cuyos fondos figura un abanico ilustrado con fotografías de los toreros más famosos del momento para cuya aplicación técnica Laurent solicitó Privilegio de invención en 1864.

A propósito del interés que presentaban las figuras del toreo en los álbumes de cartes de viste que comercializaba Laurent, diremos que la afición de las gentes de Ávila por la fiesta de los toros ha sido histórica y tradicionalmente muy notable, como ya testimoniamos en el libro dedicado a la Plaza del Mercado Grande, y así se constata en el libro de José Mayoral titulado Los viejos cosos de Ávila, y después por Ramón Navas Huete en el titulado La fiesta de los toros en Ávila 1867-2000.

El correr los toros ha sido uno de los divertimentos más típicos entre los actos festivos medievales, costumbre que ya se data en Ávila en 1372, lo que se hacía en los cosos del Mercado Chico, de San Vicente, y del Mercado Grande, donde contaba el concejo con el “corral de la corraliza”.

Son numerosos los documentos medievales que recogen la celebración de acontecimientos taurinos en la plaza del Mercado Grande, como los organizados con motivo de las nupcias del príncipe don Juan y la princesa Margarita de Austria en enero de 1497, o con ocasión de la visita del emperador Carlos V en 1534 que dibujó Vermeyen, de la misma manera que se recoge en un contrato suscrito para proporcionar los toros en 1543, o igual que se festeja la “Traslación de los restos de San Segundo” en 1594.
El coso de San Pedro o Mercado Grande fue coso taurino en el que se corrían los toros hasta 1785, aproximadamente, siendo uno de los lugares donde los abulenses demostraron su gran afición a este entretenimiento festivo, el cual nunca faltaba en cualquier acontecimiento relevante que se celebraba en la ciudad.

Continuaron corriéndose los toros en el Mercado Chico y en San Vicente, hasta que en 1867 se inauguró la plaza de toros del Paseo de San Roque, al mismo tiempo que seguían celebrándose festejos en el coso de la ermita de Sonsoles, el cual se conserva actualmente como entonces.

121. FAMILIARES Y PERSONAJES ANÓNIMOS.

Los álbumes que se exhibían y lucían en las mesitas y aparadores de las casas acomodadas estaban repletos de retratos de algunos familiares del dueño de la casa y de muchos personajes anónimos, además de algunas personalidades famosas.

En algunos hogares palaciegos de Ávila, como los de Sofraga o de Superunda, pudimos admirar el lujo de esta nueva moda de ilustrar y visualizar tipos a la moda que se coleccionan como cromos. Por lo general, las fotografías de estos álbumes proceden de diversos gabinetes o estudios y son muestra de la costumbre de observar y representar en imágenes a los hombres y mujeres que visten y posan como en una pasarela.

Recordemos que en esta época no había ni cine ni televisión, por lo que la fotografía era la mejor forma de familiarizarse con gentes importantes y famosas, y contagiarse un poco de su apariencias o incluso compartirla.