89. EL CALLEJERO ISABELINO.
El callejero de la capital cuenta con una significativa lista de nombres relacionados con Isabel la Católica, su vida y su reinado, la mayoría de ellos situados en el entorno del Real Monasterio de Santo Tomás, fundación de los Reyes Católicos, monumento ampliamente fotografiado por Laurent.
Así, en esta parte de la ciudad des tacan los nombre de Calle de Santo Tomás, santo que da nombre al monasterio; Calle de Madrigal de las Altas Torres, en honor al lugar donde nació la princesa Isabel; Calle de los Toros de Guisando, paraje donde se proclamó como futura reina; Calle de Bajada de Don Alonso, quien bien puede ser su hermano, el infante Don Alfonso; y Calle de la Reina Isabel, como muestra de querencia de la ciudad a una de sus grandezas
Siguen las nominaciones de Calle de los Reyes Católicos, como símbolo de lealtad a los reyes; Calle del Yugo y las Flechas, que responden a las divisas y a las iniciales de sus nombres; Calle del Príncipe Don Juan, su único hijo varón “muerto por amor” y enterrado en el Monasterio de Santo Tomás con gran luto de la ciudad; l Calle de María Dávila, a cuya fundación se debe el comienzo de la construcción del Monasterio de Santo Tomás; Calle del Castillo de la Mota, donde vivió la reina y se guardan gratos recuerdos de su estancia y memoria; y Calle de Medina del Campo, localidad donde se encuentra el castillo de la Mota y en cuyo Palacio Testamentario le sorprendió la muerte; Calle del Gran Capitán, título de Gonzalo Fernández de Córdoba, su fiel soldado y caballero.
Otras calles isabelinas son la de Santa Fe, localidad granadina fundada por los Reyes Católicos en 1491, en la cual se firmaron las capitulaciones sobre la rendición de Granda y sobre las condiciones del viaje descubridor de Cristóbal Colón; Calle del Cardenal Cisneros, confesor y consejero de la reina y después regente; Calle de Beatriz Galindo, humanista y culta mujer, conocida como “La Latina”, que fue maestra de la reina y de sus hijos; Calle de Fray Tomás de Torquemada, inquisidor general de España nombrado por los reyes y fundador del Monasterio de Santo Tomás; Plaza de Granada, última conquista para la unidad de España; y Calle de Alfonso (Díaz) de Montalvo, prestigioso jurista natural de Arévalo autor por encargo de los reyes de las Ordenanzas Reales.
Entre los monumentos, aparte del Monasterio de Santo Tomás, destaca el antiguo Convento de Santa Ana, en cuya fachada figura una inscripción que reseña la presencia de Isabel en el mismo con motivo de la muerte en Cardeñosa de su hermano Alfonso.
Finalmente, añadimos que uno de los institutos de enseñanza de la ciudad lleva el nombre de “Isabel de Castilla”, que un hotel cercano a la estación del ferrocarril se llama “Hotel Reina Isabel”, que un moderno restaurante ha sido abierto recientemente con el nombre de “Reyes Católicos”, y que frente a lienzo de la muralla que cerraba el antiguo alcázar en el Mercado Grande se halla levantado un busto de la reina Isabel la Católica. Esculpido por José Luis Fernández en 2019.
90. LA JUSTICIA RETRATADA.
Durante el reinado de los Reyes Católicos alcanzaron gran relevancia el desarrollo legislativo y la administración de justicia en una íntima relación. Y así, para la buena administración de la justicia fue necesaria una importante compilación legislativa, la cual fue llevada a cabo por el arevalense Alfonso de Montalvo.
Sobre este tema, Carlos Luis de Ribera (1815-1891), maestro del abulense Juan Giménez Martín, pintó hacia 1853 un óleo que se conserva en el Congreso de los Diputados representando a Fernando el Católico con la reina y sus legisladores. Especial consideración para la fotografía merece la obra de Ribera que fue retratada por Laurent cuando trabajaba en la decoración mural del templo madrileño de San Francisco el Grande.
Víctor Manzano (1831-1865) fue un asiduo de las Exposiciones Nacionales y participó en todas las celebradas desde 1858 hasta su muerte, siendo crítico y comentarista de alguna de sus obras reproducidas por Laurent el escritor y periodista Gustavo Adolfo Bécquer. En 1860, se presentó con el cuadro titulado Los Reyes Católicos, D. Fernando y Dña. Isabel, en el acto de administrar justicia que se conserva en el Palacio Real de Madrid. El cuadro fue merecedor de una Medalla de 2ª clase, mientras que el primer premio de ese año recayó en la obra que había fotografiado Laurent Los Comuneros de Antonio Gisbert.
El lienzo de Manzano fue igualmente fotografiado por Clifford y adquirido por la reina Isabel II, conservándose actualmente en el Palacio del Senado. Manzano también destacó como dibujante y grabador al aguafuerte, sobresaliendo la temática isabelina en uno de sus dibujos titulado Audiencia de los Reyes Católicos en Madrid.
91. REPRESENTACIÓN DE LA RECONQUISTA.
La reconquista de España constituyó la mayor de las preocupaciones que marcó una parte del reinado de los Reyes Católicos, lo cual generó múltiples encuentros con los reinos árabes del norte de África. Esta circunstancia fue aprovechada por el pintor Antonio Rodríguez para la realización del cuadro titulado Los Reyes Católicos recibiendo la embajada del rey de Fez.
Con igual título, Vicente López Portaña (1772-1850) hizo otro cuadro de similar factura. Ambas pinturas guardan un gran parecido escenográfico, y tienen un carácter más decorativo que historicista, lo que las excluye del género de la pintura de historia. López Porteña hizo también otro cuadro al temple de Isabel la Católica guiando a la reina Isabel II niña hacia el Templo de la Gloria con la idea propagandística de comparación de los dos gloriosos reinados, cuadro que fue reproducido en estampas grabadas por Ramón Amerigó y Morales con el título La católica reyna guía a su nieta al Templo de la Gloria.
Siguiendo con los acontecimientos que generó la guerra de reconquista, Eduardo Cano de la Peña (1823-1897) pintó un nuevo cuadro de historia con el título Los Reyes Católicos recibiendo a los cautivos cristianos en la conquista de Málaga. El cuadro, que se conserva en el Museo de Sevilla, mereció una consideración de primera medalla en la Exposición Nacional de 1866, después de haber obtenido su autor el primer premio de las exposiciones de 1856 y 1858 con los lienzos historicistas dedicados uno a Cristóbal Colón, y otro al Condestable D. Álvaro de Luna, favorito del padre de Isabel la Católica, el rey Juan II de Castilla, y señor de los castillos de los pueblos abulenses de La Adrada y Arenas de San Pedro. Dichos cuadros, y otros más, fueron divulgados ampliamente durante el siglo XIX, lo que se produjo a través de la fotografía de Laurent, testigo vivo de la producción artística de la época.
Dejando aparte que la guerra contra los moros fue larga y costosa, y la reina Isabel hubo de recurrir a los súbditos abulenses de su tierra natal para ampliar su ejército y financiar la campaña que concluyó con la Rendición de Granada, diremos que este acontecimiento, con el que los Reyes Católicos culminaron la reconquista de España, resultó ser uno de los episodios plásticos mejor tratados por la pintura de historia, especialmente por pintores como Federico de Madrazo, Van Halen, Carlos Luis de Ribera, Pradilla y Manuel Castellano.
Ya hemos reseñado anteriormente el interesante grabado que hizo en su adolescencia pintor Federico de Madrazo Kuntz (1815-1894) de La toma de Granada, inventado y litografiado en 1830 para el libro titulado Obra de Leandro Fernández Moratín.
Francisco de Paula Van Halen (1800-1887) terminó de pintar en 1850 el cuadro titulado Rendición de Granada a los Reyes Católicos, y repitió la misma temática en 1855 con el título La entrada de Isabel I en campo cristiano. Fue un asiduo participante de las Exposiciones Nacionales celebradas entre 1856 y 1867, y en 1862 se le nombró caballero de la Orden de Isabel la Católica.
Como dibujante hizo una larga serie de estampas típicas de las gentes y los monumentos de Ávila, algunas publicadas en El Semanario Pintoresco Español en 1842 y otras reproducidas en litografías que se vendían sueltas en 1844-1847, entre las que figura el sepulcro del príncipe Don Juan existente en el Monasterio de Santo Tomás.
Espectacular es el cuadro que pintó Carlos Luis de Ribera y Fievee (1815-1891) con el título Rendición de Granada, que le valió al autor la concesión de la Cruz de Isabel la Católica, y que puede admirarse en la capilla de la catedral de Burgos. En esta pintura, entre la figura de los Reyes Católicos y un abigarrado acompañamiento que mira la ciudad conquistada, destaca en la parte izquierda del cuadro la imagen del obispo de Ávila y confesor de la reina Fray Hernando de Talavera (1428-1507) produciéndose la siguiente escena que narra José Tello:
Al punto que los reyes quisieon entrar en la ciudad de Granada, y a vista de muchos grandes, prelados y señores de Castilla, que fueron a militar por la ley de Dios con sus sangres y haciendas, le dixeron al obispo de Ávila: “Obispo, pues llegó ya el día tan deseado de nos y de vos, comenzad desde luego a exercer buestro oficio de arzobispo de esta Yglesia de Granada; no podéis excusaros”.
En 1874, Manuel Castellano, pintor y gran coleccionista de fotografías, hizo Los Reyes Católicos orando con su corte tras la toma de Granada que se conserva en el Archivo de la Nobleza de Toledo, aquí también destaca la figura del obispo que fue de Ávila Fray Hernando de Talavera. La obra de Castellano fue retratada por Laurent, y de su afición al coleccionismo se conservan varias vistas de Ávila en la Biblioteca Nacional.
Por encargo del Senado, Francisco Pradilla Ortiz (1848-1921) pintó en Roma La rendición de Granada. El cuadro fue remitido en 1882, quedando instalado desde entonces en el salón de los pasos perdidos del Senado. La escena representa uno de los acontecimientos más importantes de la historia de España en el que los personajes adquieren un dramático protagonismo.
La figura y rostro del rey Boabdil, que se dispone a entregar las llaves de Granada a los Reyes Católicos, es la cara del pintor nacido en Ávila Francisco García de la Cal, quien posó para la ocasión dada la amistad que le unía con Pradilla. Con este cuadro el autor se ganó una sólida reputación y se consagró como el pintor de historia más popular y conocido, después de obtener en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 la medalla de honor por el lienzo titulado Doña Juana la Loca que también retrató Laurent.
92. GALERÍA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA.
Concluida la reconquista con la rendición de Granada, la reina Isabel se embarcó en una nueva empresa: el descubrimiento de América. Y de ello se ocupó la pintura de historia imperante en la segunda mitad del siglo XIX, como era de esperar. Primero fue Antonio Cabral Bejarano, quien hizo cuatro cuadros de estilo romántico fechados hacia 1850, los cuales se conservan en el Monasterio de la Rábida, convento que fue fotografiado por Laurent y Cía hacia 1882.
En La Rábida también se hallan los retratos de Isabel La Católica, pintado por José Rosa, y de Colón, hecho por R. Espejo. Eduardo Cano de la Peña, pintó después Cristóbal Colón en La Rábida, cuadro que obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional de 1856. De igual temática cabe señalar el cuadro de Ricardo Balaca y otro más sobre el recibimiento de Colón de su primer viaje por los Reyes Católicos. Años más tarde, Benito Mercadé participó en la Exposición Nacional de 1858 con un cuadro que representa también a Colón en La Rábida. Siguió El desembarco de Colón en el Nuevo Mundo (Ayuntamiento de A Coruña), pintado por Dióscoro Teófilo de la Puebla para la Exposición de 1862, en la que obtuvo la primera medalla.
En la Exposición de 1864 Luis Jiménez Aranda fue galardonado con una mención honorífica por Cristóbal Colón al venir a proponer a los Reyes Católicos el descubrimiento del Nuevo Mundo, de igual temática que el cuadro de Manuel Crespo fechado en 1890 titulado Presentación de Colón a los Reyes Católicos (Museo del Prado), y en la misma Exposición de 1864, Francisco Ortego logró una mención honorífica por su pintura Muerte de Cristóbal Colón, igual título que el cuadro de José Mª Rodríguez Losada fechado en 1898. Antonio Gisbert presentó en la Exposición Artística de París de 1875 el óleo Salida de Cristóbal Colón del puerto de Palos que Laurent no tardó en incluir en su catálogo.
En el Salón de París de 1875 y 1876, Felipe Masó presentó varios cuadros sobre Cristóbal Colón y su hijo. Por su parte, José Garnelo y Alda hizo el Desembarco de Colón en América que se exhibe en el Museo Naval de Madrid.
El decidido interés de la reina en apoyar la empresa colombina se representó en escenas donde aparece vendiendo sus joyas para financiar el viaje. Así de ello se ocupó el pintor del romanticismo Antonio María Esquivel (1806-1857) en el cuadro que se conserva en el Museo del Prado titulado Isabel la Católica entregando sus joyas para la empresa de Colón (1846).
Con el mismo título, que el cuadro de Esquivel Antonio Muñoz Degrain pintó Isabel la Católica cede sus joyas para la empresa de Colón para la Exposición de 1878, siendo publicado un grabado del cuadro en febrero de ese mismo año en La Ilustración Española y Americana, todo lo cual le valió a su autor la Cruz de Carlos III.
En 1892, coincidiendo con el cuarto centenario del descubrimiento de América, Muñoz Degrain pintó un nuevo cuadro con el mismo tema titulado Isabel la Católica orando por la empresa de Colón, que fue presentado a la exposición de ese año. Sobre Muñoz Degrain cabe añadir que fue maestro del pintor abulense de Fresnedilla Eduardo Martínez Vázquez, quien a su vez lo fue de la pintora Adelina Labrador González, también abulense de inspiración.
El descubrimiento de América también fue el tema central del grupo escultórico que hizo el escultor, pintor y arquitecto Arturo Mélida y Alinari (1849-1902) titulado Monumento a Colón, emplazado en la madrileña plaza del mismo nombre.
El monumento, fotografiado en varias vistas por Laurent, contiene relieves de importantes acontecimientos históricos en los que no podía faltar la figura de Isabel la Católica. Además, se da la circunstancia de que Mélida firmó en 1881 un extraordinario Proyecto de Restauración del Claustro de San Juan de los Reyes, templo ideado para servir de panteón real de Isabel y Fernando.
De la misma manera, es de reseñar el busto de la reina que hizo Aurelio Carretero en 1904 para conmemorar el IV Centenario de su muerte, y que fue colocado en la plaza de Medina del Campo. Para la Exposición Universal de 1888 de Barcelona, Gaietà Buigas realizó el monumento a Colón que después quedó instalado en la ciudad condal, con el que su autor quiso conmemorar el recibimiento al descubridor por los Reyes Católicos a su regreso de América.
También llamamos la atención del monumento a Colón con escenas alegóricas de Isabel la Católica del escultor Antonio Susillo, proyectado para levantarse en La Habana, y que tras la pérdida de Cuba en 1898 fue devuelto a España, emplazándose entonces en el Campo Grande de Valladolid, cuyo proyecto ya había sido publicado en La Ilustración Española y Americana de 8 de septiembre de 1891. Igualmente, resulta destacable el grupo escultórico levantado en Granada en 1892 con el título Isabel la Católica recibiendo a Colón, realizado por el valenciano Mariano Benlliure (1862-1947).
Colón murió el 20 de mayo de 1506 en su casa de Valladolid, edificio que fotografió Laurent y que publicó La Ilustración Española el 22 de mayo de 1875 según un grabado de Bernardo Rico.
93. TESTAMENTO Y MUERTE.
La representación pictórica de la vida de Isabel de Castilla concluye con El Testamento de Isabel la Católica, un cuadro de historia representativo de la mejor tradición de nuestra pintura evocadora de un arte sereno y sobrio que fue pintado por Eduardo Rosales (1836-1873) en 1864 durante su estancia en Roma, el cual fue fotografiado y divulgado con el título Isabel la Católica dictando su testamento, e incluido el álbum fotográfico de su obra que hizo Laurent, y publicado por El Diario de Ávila en el monográfico editado en 1951.
El lienzo original, que se conserva en el Museo del Prado en el Casón del Buen Retiro, fue presentado a la Exposición Nacional de 1864, y obtuvo merecidamente la primera medalla, igual que ocurrió después en la exposición de 1871 con el cuadro Muerte de Lucrecia que también fotografió Laurent. Por ello, y por su intensa trayectoria pictórica, Rosales es considerado por muchos críticos e historiadores como el más importante pintor español de la segunda mitad del siglo XIX.
Volviendo al cuadro del Testamento de Isabel la Católica, resulta ilustrativo el texto tomado de la Historia de los Reyes Católicos de Prescott, que se incluye en el catálogo de la exposición de 1864:
“La Reina Dña. Isabel murió en Medina del Campo en 26 de noviembre de 1504. En 12 de octubre del mismo año, y en la misma villa, otorgó su célebre testamento, que es el mejor testimonio en que resplandecen con tanto brillo las ilustres prendas de su espíritu y de su carácter, y la prueba más completa de la constancia con que a la hora de su muerte seguía fiel a los principios que habían dirigido su conducta durante toda su vida” .
Acompañan a la reina en la escena figurada la princesa doña Juana, el rey don Fernando, el notario mayor del reino, el cardenal Cisneros y un noble joven. Fallecida Isabel la Católica, una impresionante comitiva fúnebre trasladó sus restos desde Medina hasta Granada, pasando por la tierra abulense, cuyas gentes lloraron amargamente la muerte de su reina. Un detalle del cortejo fue pintado por Salvador Viniegra (1862-1915) con el título Entierro de Isabel la Católica (Alcázar de Segovia).
94. ICONONOGRAFÍA ESCULTÓRICA.
La representación plástica, a través de la pintura o la fotografía, de obras arquitectónicas o escultóricas que reproducen iconográficamente la imagen de los Reyes Católicos y su reinado, fue otra forma de expresión artística utilizada durante la segunda mitad del siglo XIX, tal y como ya hemos dicho a lo largo de estas líneas, cuando hablamos de la fachada de la Universidad de Salamanca, o de las escenificaciones de los grupos escultóricos existentes en la catedral de Granada pintados por Pablo Gonzalvo presentados a la Exposición Nacional de 1866. Laurent, por su parte, fotografió el propio cuadro de Pablo Gonzalvo y la escultura orante de lsabel realizada por Felipe Bigarny (1475-1542), así como la corona, el cetro, el cofre y el misal de la reina.
La misma escenografía de los Reyes Católicos orando fue tallada en madera por Pedro de Mena (1675-1688) para las catedrales de Málaga y Granada. Otros motivos iconográficos similares fotografiados por Laurent se refieren a los cascos de Fernando el Católico y de Boabdil, y a las armaduras del Gran Capitán y de Colón. Finalmente, la espada de Boabdil fotografiada por Laurent fue reproducida en un grabado de Bernardo Rico en la revista La Ilustración de Madrid del 12 de abril de 1870.
95. SEPULCROS FAMILIARES.
Los padres de la reina Isabel, Juan II de Castilla y Isabel de Portugal, dieron esplendor a Madrigal de las Altas Torres, pues allí construyeron su palacio y también fue el lugar de nacimiento de la futura reina y sede de Cortes. El rey castellano aparece en la escenografía de la pintura de historia en el cuadro titulado Isabel la Católica reconociendo los restos de su padre en la Cartuja de Miraflores, cuadro perteneciente al Museo del Prado que se encuentra en el Palacio de la Madraza de Granada, la antigua universidad árabe convertida en Casa de los Cabildos por los Reyes Católicos.
El lienzo fue pintado por Luis Álvarez Catalá y obtuvo una consideración de 2ª medalla en la Exposición Nacional de 1866, siendo después grabado por Benigno Matute y publicado en la Ilustración Española y Americana en 1904.
La escena representada está ambientada en la Cartuja de Miraflores (Burgos), donde se halla el sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, y lugar del que Laurent tomó varias vistas, entre las que se incluye el sepulcro y una estatua orante de Alfonso de Ávila, “rey de Castilla” y hermano de Isabel la Católica, según labra de Gil de Siloé. Otras pinturas de Luis Álvarez fotografiadas y comercializadas por Laurent son Confesión a mamá y La silla de Felipe II, cuadro este último con el que se proclamó ganador de la Exposición de Bellas Artes de 1890.
96. EL CARDENAL CISNEROS.
Uno de los personajes más influyentes en el reinado de los Reyes Católicos fue sin duda el Cardenal Cisneros (1436-1517), quien pronto se convirtió en confesor, estratega y fiel consejero de los reyes, por lo que su imagen emblemática no podía escaparse a los afamados pintores de historia del siglo XIX.
Con esta idea, en la Exposición Nacional de 1871, Miguel Jadraque y Sánchez-Ocaña (1840-1919) concurre con el cuadro titulado Presentación de Cisneros a Isabel la Católica por el Cardenal Mendoza, el cual fue merecedor de una medalla de 3ª clase, siendo entonces, como era habitual, retratado por Laurent e incluido en su catálogo fotográfico. Esta misma obra también figuró en la Exposición Universal de Viena de 1873.
Años antes, en la exposición de 1864, Víctor Manzano ya había presentado el cuadro Cisneros y los Grandes, que actualmente se conserva en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, y por el que obtuvo una consideración de medalla de segunda clase. Sobre la misma figura de Cisneros cabe añadir que en la exposición de 1871 también se presentaron las obras de Francisco Jover El cardenal Cisneros libertando a los cautivos en Orán, galardonado con una segunda medalla, y de Pablo Gonzalvo Los estudiantes sopistas y la casa del Cardenal Cisneros en Toledo, y que para la exposición de 1892 Alejandro Ferrant pintó Cisneros, fundador del hospital santuario de la caridad, de Illescas.
Finalmente, Cisneros acompaña a la reina en el grupo escultórico que se levanta en el madrileño paseo de la Castellana realizado por el escultor Manuel Oms Canet (1843-1886), participante también de las Exposiciones Nacionales que retrató Laurent. La escultura se titula Monumento a Isabel La Católica y representa a la reina montada a caballo acompañada a un lado por el Gran Capitán y al otro por el cardenal Cisneros. El monumento fue uno de los primeros motivos iconográficos identificatorios de Madrid al reproducirse en las tarjetas postales editadas hacia 1897 por Hauser y Menet, y por Gebr. Künzli.