81. EL “SUSTRATO” REAL ABULENSE.
Como testimonio vivo del “sustrato” abulense de Isabel la Católica, resulta interesante el libro "Los lugares isabelinos en la provincia de Ávila" (José A. Calvo y David Sánchez, eds, Dyikinson, 2023).
Al mismo tiempo, de nuestra obra "Ávila romántica en la fotografía de J. Laurent" (Piedra Caballera, 2010) recordamos que la reina de Castilla nació en Madrigal de la Altas Torres, que pasó su infancia en el castillo de Arévalo; que lloró la muerte de su
hermano Alfonso en el Monasterio de Santa Ana de Ávila; que se proclamó heredera de la corona en la venta de los Toros de Guisando; que fue jurada como princesa heredera por las Cortes de Madrigal en el periodo de sesiones donde también se creó la Santa Hermandad;
que siendo princesa mandó al Concejo de Ávila que no se jugase a los dados; que confirmó los privilegios, usos y costumbres de Ávila en su primera visita; que mandó a sus contadores y recaudadores respetar el mercado franco de los viernes celebrado en la ciudad de Ávila; que también concedió dos ferias francas a la villa de Arévalo; y que autorizó la reforma y mejora de las leyes y ordenanzas municipales de la tierra abulense favoreciendo la autonomía local.
Así mismo, rememoramos que dotó la construcción del Monasterio de Santo Tomás, donde luego enterró a su único hijo varón el Príncipe Don Juan; que designó inquisidor general de Castilla y Aragón al prior de los dominicos de Ávila fray Tomás de Torquemada; que llamó como confesor al obispo de Ávila Fray Hernando de Talavera; que convirtió en títulos los señoríos de Villafranca, Las Navas, Navamorcuende, Villatoro y Velada; que solicitó y recibió de Ávila ayuda para pagar la guerra contra los nazaríes; y que concedió honores a los abulenses Fernando de Valderrábano y Sancho Dávila, muertos durante la campaña para la conquista de Granada junto con otros paisanos.
Finalmente, el cuerpo inerte de la reina fue llorado cuando la comitiva fúnebre pasó por la ciudad desde Medina hacia Granada.
82. GRANDEZAS DE ÁVILA.
Por lo anterior, y tantos otros favores, el nombre de Isabel I figura con grandes letras en el monumento conocido popularmente como “La Palomilla”, título con el que se identifica el “Monumento a las Grandezas de Ávila” promovido por la Diputación Provincial en 1882 con motivo del III Centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús, el cual representa una de las señas de identidad de la plaza del Mercado Grande y de la ciudad de Ávila.
El monumento “ostentase en la Plaza del Alcázar, sobre una base cuadrada de granito, que cierran gruesas y pintadas barras de hierro, un prisma en cuyos cuatro frentes hay inscriptos los nombres de los Santos, Escritores, Políticos y Guerreros que, con las glorias de su fama por sus brillantes hechos, dieron honra y prez a la provincia, y sobre el prisma una columna que sustenta la estatua de la Santa”.
Destacan ahora entre estos nombres Isabel la Católica y los que estuvieron al servicio de los Reyes Católicos: Alfonso Díaz de Montalvo, célebre jurista de Arévalo compilador de las leyes del reino; y Hernán Gómez Dávila, general de los ejércitos que luchó en la conquista de Andalucía, señor de Navamorcuende y Villatoro y propietario que fue del actual Palacio Episcopal, quien muerto en 1511 fue enterrado en el antiguo convento de San Francisco.
83. EXEQUIAS, PROCLAMACIONES Y RECIBIMIENTOS.
La tradición histórica nos cuenta que Ávila organizó grandes exequias reales por la muerte del rey Enrique IV y la proclamación de Isabel la Católica celebradas el 18 de diciembre de 1474.
Con este motivo se formó la comitiva vecinal formada por cristianos, moros y judíos, y todas las autoridades concejiles y eclesiásticas, que desde la catedral, acompañada de trompetas y tambores, recorrió las calles de la ciudad hasta llegar al Mercado Grande donde se repetían las voces de los reyes proclamados.
El 2 de junio de 1475 se celebró la primera entrada real de Isabel la Católica en visita oficial a Ávila, cabalgaba en una mula bajo una paño brocado que la ciudad le dio, haciendo su primera parada en la puerta de San Pedro del Mercado Grande:
«Entrando la muy alta e muy poderosa esclareçida Reyna doña Ysabel, nuestra señora, en la dicha çibdad de Ávila e estando su Alteza a la puerta de San Pedro de la dicha çibdad por partes de fuera queriendo entrar en ella, estando cavalgado en una mula».
Allí estaban el pueblo y el concejo reunidos, y ante ellos confirmó los privilegios, usos y costumbres de la ciudad de Ávila y su tierra, los cuales ya había reconocido anteriormente en carta de 20 de enero de 1475.
En 1925, el acontecimiento fue representado por en la ciudad en una bella recreación histórica que fotografío Mayoral, el cronista gráfico de la ciudad.
Las divisas de los Reyes Católicos, el yugo y las flechas, que también estuvieron en las casas consistoriales coronan la puerta del Alcázar de la muralla abulense situada frente a la plaza de Santa Teresa o Mercado Grande fotografiada por Laurent; y pueden verse por doquier en el Real Monasterio de Santo Tomás, cuya construcción se inició en 1482 bajo la fundación de la virreina María Dávila y Fray Tomás de Torquemada, contando para ello con la dote de los Reyes Católicos, lo cual trae recuerdos de numerosos e importantes sucesos producidos en la ciudad.
Entre los acontecimientos regios protagonizados en Ávila, cabe traer a la memoria, otra vez, que tal fue la importancia que tenía la celebración de mercados en Ávila, que los Reyes Católicos el 29 de noviembre de 1494 ordenaron a sus contadores y que confirmaron días después el 8 de diciembre,
«y en su virtud todas y cualesquiera mercaderías y otras cosas que se vendiesen y comprasen y trocasen y cambiasen en el dicho día de viernes del dicho mercado por cualesquier persona, así de la dicha ciudad y de su Tierra como de fuera de ella, fuesen libres y francos de toda alcabala».
Sabemos también que el 18 de diciembre de 1474, los moros con sus danzas de espadas y “momos” o representaciones en el Mercado Grande actuaron en los festejos organizados con motivo de la proclamación en Ávila de los Reyes Católicos.
Igualmente, en enero de 1497, la plaza del Mercado Grande y las calles de la ciudad se adornaron para expresar las mayores alegrías por las nupcias del príncipe don Juan con la princesa Margarita de Austria que se hospedaron con sus padres los Reyes Católicos en el monasterio de Santo Tomás, y por cuyo motivo se corrieron cuatro toros. Pero poco duró la alegría, ya que meses después la ciudad se vistió de luto por la muerte del príncipe, ocurrida el 4 de octubre de 1497.
Los reyes ordenaron que la sepultura del príncipe se hiciera en Ávila, y las exequias y honras fúnebres organizadas por el concejo duraron hasta que los restos del heredero recaudadores que respetaran la merced que han hecho al concejo de Ávila del mercado franco de todos los viernes del año, lo de la Corona fueron enterrados en el monasterio de Santo Tomás el 8 de noviembre siguiente.
84. SUCESIÓN DE LA CORONA.
El rey Enrique IV, hermano de Isabel la Católica, fue destronado en efigie en el acto que se conoce como la “Farsa de Ávila” que tuvo lugar en la ciudad en 1465, al que siguió después el acuerdo alcanzado en la venta de los Toros de Guisando de Ávila en 1468, por el que Isabel se proclamó princesa y sucesora de la corona, y finalmente reina en 1474.
La figura de Enrique IV fue también motivo de la pintura de historia y protagonista del cuadro pintado por Juan García Martínez (1829-1895) titulado Manifiesto de Enrique IV de Castilla al pueblo segoviano y presentado a la Exposición Nacional de 1862.
El lienzo recoge la escena producida en las Navidades de 1473, cuando los segovianos pudieron ver a los dos hermanos, Enrique IV e Isabel, cabalgar por la ciudad, incluso en ocasiones llevando el Rey de su mano las riendas del caballo que montaba la Princesa, como cuenta Manuel Fernández Álvarez.
Juan García fue un pintor especialista en el género historicista y asiduo participante de las Exposiciones Nacionales celebradas en el periodo 1856-1887, en las que obtuvo un número destacado de premios y condecoraciones, y, como no podía ser menos, su pintura también formaba parte del catálogo fotográfico de obras de arte que comercializaba Laurent.
La proclamación de los Reyes Católicos en Segovia es el título del cuadro que hizo José Garnelo Alda (1866-1944), el cual se halla depositado en la sede del Ejército del Aire de Madrid (Palacio de la Infanta Isabel).
José Garnelo también es autor de Capea en Las Navas del Marqués (Ávila) y de la Madre de los Gracos, cuadro que se conserva en el ayuntamiento abulense, habiendo sido su obra repetidas veces premiada en la Exposiciones Nacionales de 1887, 1890, 1892, 1901 y 1904, en las que obtuvo importantes galardones y donde su obra fue fotografiada por la casa Laurent.
Ya reina, Isabel la Católica saliendo del castillo de la Mota (1938) es el título del cuadro historicista que hizo Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960), autor también de un bello retrato de Santa Teresa de Jesús con la ciudad amurallada al fondo.
Dicha pintura isabelina actualmente se conserva en el propio castillo, en cuyas paredes cuelgan también las vistas de la fortaleza que fotografió Laurent, junto a otra de la portada del hospital Madre de Dios en Madrid, fundado por Beatriz Galindo “La Latina” y su esposo Francisco Ramírez, portada que igualmente se reproduce en una de las fachadas que dan al patio.
85. EDUCACIÓN Y CULTURA.
Isabel la Católica conocía un buen latín, amaba la poesía y las novelas caballerescas, conocía los clásicos y tenía más de cuatrocientos libros, entre los que abundaban los textos jurídicos, políticos y religiosos. Por ello, es significativo el cuadro titulado La reina doña Isabel la Católica dando lección de latín con doña Beatriz Galindo.
El autor de la pintura fue un alumno de Carlos Luis de Ribera, Luis Toro, quien en 1856 presentó este cuadro en la Exposición de la Academia de San Fernando, y una escena con los mismos protagonistas fue después reproducida también a través del grabado. La temática retratada adquiere especial relevancia por la presencia de Beatriz Galindo, la gran humanista y latinista de la época, con quien la reina empezó a cursar latín en 1482, la misma educación que luego transmitió también a sus hijos.
Luis Toro es autor igualmente de un bello grabado de la iglesia de San Vicente de Ávila realizado a partir de una fotografía de Laurent que López S. dibujó para la Ilustración Española y Americana.
El interés de la reina por la cultura y la educación adquiere de nuevo importancia en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864, al que se presentó el cuadro pintado por Isidoro Lozano con el título Isabel la Católica presidiendo la educación de sus hijos.
La pintura del autor riojano, que actualmente se encuentra en el Tribunal Superior de Justicia de Barcelona depositada por el Museo del Prado, fue merecedora de una consideración de segunda medalla, mientras que el primer premio fue para Eduardo Rosales por el cuadro Doña Isabel la Católica dictando su testamento, otro tema isabelino tan apreciado.
86. EL PRÍNCIPE DON JUAN.
Nuevamente, la figura de la reina Católica llamó especialmente la atención de los críticos que presenciaron la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 al ver el cuadro titulado Educación del Príncipe Don Juan, pintado por Salvador Martínez Cubells (1845-1914). En la escena pictórica la reina cobra un especial protagonismo, al decir de los críticos, y con ella su preocupación por la educación del heredero, en la que participaron el maestro y catedrático fray Diego de Deza y el humanista italiano Anghierea.
El cuadro, que actualmente se conserva en el Senado, fue merecedor del primer premio de la Exposición, en la que el premio de honor recayó en otra pintura de historia del reinado de los Reyes Católicos, Doña Juana la Loca, por Francisco Pradilla (1848-1921), que no pasó desapercibida al fotógrafo Laurent.
Pradilla también pintó el Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos por las calles de Sevilla, una de las últimas obras del autor que se conserva en el Casón del Buen Retiro del Museo del Prado.
La ciudad de Ávila lloró la prematura muerte del Príncipe Don Juan ocurrida en 1497, celebrando entonces sentidas exequias y honras fúnebres que concluyeron con el entierro de los restos del heredero de la Corona en el Monasterio de Santo Tomás.
Allí lloró y rezó la reina tan triste pérdida ocupando un lugar reservado para ella, motivo éste que sirvió al pintor Emilio Poy Dalmau para el cuadro que tituló Sitial de Isabel la Católica en el coro de la iglesia de Santo Tomás de Ávila.
Dalmau participó desde 1890 en quince convocatorias sucesivas de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en las que obtuvo importantes premios y condecoraciones, conservándose varios de sus cuadros en el Ayuntamiento de Ávila.
Muerto el Príncipe Don Juan, recobra protagonismo la hija primogénita y heredera de los Reyes Católicos, Dña Juana. Lo cual, unido al padecimiento de cierta demencia, propició el tratamiento de su figura en cuadros como La Reina Dña Juana la Loca, pintado por Gabriel Maureta y premiado con medalla de 3ª clase en la exposición de 1858, Demencia de doña Juana de Castilla pintado por Lorenzo Vallés y premiado con medalla de 2ª clase en la exposición de 1866, y Doña Juana la Loca pintado por Francisco Pradilla y premiado con la medalla de honor en la exposición de 1878.
87. RETRATOS REGIOS.
Deteniéndonos en los personajes que dejaron su impronta en la ciudad de Ávila, hemos llegado, como ya hemos dicho, a una de las más grandes figuras de esta tierra: Isabel la Católica. El camino trazado en un principio nos llevó a la pintura y a la escultura fotografiada o retratada, y finalmente a la obra artística original.
Un gran anecdotario se sucede en torno a las imágenes que representan los acontecimientos más singulares del reinado de los Reyes Católicos, unos monarcas con los que Ávila guarda una especial relación de amor y paisanaje.
El primer retrato fotográfico de la reina que contemplamos se encuentra en la Oficina Técnica Municipal de Ávila, y es el titulado Isabel la Católica, realizado por Mariano Moreno García (1865-1925). Se trata de una reproducción del cuadro fechado en 1496 atribuido a Juan de Flandes que se conserva en el Palacio Real-
De este mismo cuadro se existe otro similar en la Real Academia de la Historia, y otras réplicas en el Palacio del Pardo, en el Museo de Marina de Madrid, en el Museo de la Casa de los Tiros, de Granada, y en la Colección Carreras, de Barcelona.
Mariano Moreno había trabajado como jornalero hasta ingresar como aprendiz en el estudio de la Casa Laurent, donde permaneció hasta 1893, después inició una extraordinaria labor profesional que concluyó con la formación del archivo que lleva su nombre, fundamental para el estudio del patrimonio histórico español. Al dorso de la fotografía que hizo Manuel Moreno leemos la siguiente leyenda:
«El retrato auténtico de Isabel de la Católica – del cual es copia la fotografía contenida en este cuadro- fue donado, por tan insigne Reyna, al Monasterio del Paular, cuya comunidad lo conservó hasta la exclaustración de 1834 en que se incautó del lienzo el Ayuntamiento de Segovia, que, poco después, lo regaló a la Reyna Gobernadora Dª Mª Cristina de Borbón y de Braganza, de quien lo heredaron correlativamente sus descendientes Dª Isabel II, D. Alfonso XII y D. Alfonso XIII, que actualmente lo conserva en el R. Palacio de Madrid.
Según Andrés Bernaldez, cura de los Palacios, historiador coetáneo de la Reyna Católica, esta Princesa nació en (Madrigal de las Altas Torres) Ávila: Está comprobado que fue educada en el convento de Sta. Ana de esta ciudad y que en él, la fue ofrecido el trono de Castilla; que en territorio de esta Provincia (cerro de Guisando) fue reconocida como Princesa heredera de estos Reynos;
que Ávila fue la primer ciudad que alzó pendones proclamándola como Reyna; y que el convento de Sto. Tomás (fundación suya) guarda los restos del Príncipe D. Juan, hechos estos que han movido al cronista de Ávila Excmo. Sr. D. Manuel de Foronda a ofrecer este modesto recuerdo al Ecmo. Ayuntamiento de la ciudad en que nació tan insigne Reyna. Ávila 15 de agosto de 1914».
También del siglo XV, el catálogo de Laurent de 1879 reseña la plancha fotográfica del cuadro de la Escuela Castellana conocido como Virgen de los Reyes Católicos que se conserva en el Museo del Prado procedente del Monasterio de Santo Tomás de Ávila.
En la imagen aparecen representados los Reyes Católicos ante la Virgen junto a sus hijos Juan y Juana y el inquisidor Torquemada-
Las distintas representaciones pictóricas que escenificaron los sucesos y momentos más significativos de la vida y reinado de Isabel de Castilla pueden admirarse en los cuadros que realizaron afamados pintores para participar en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, y cuyas obras forman mayoritariamente parte de los catálogos fotográficos de Laurent.
Una de las pinturas que nos llama la atención es un cuadro anónimo titulado Retrato de los Reyes Católicos donde aparecen Isabel y Fernando arrodillados bajo un dosel en el que hay inscritas las iniciales “Y F Y F”, sobre el cual también están el escudo y las divisas de los reyes, el yugo y las flechas.
El cuadro data de la primera mitad del siglo XIX y pertenece al Museo del Prado, estando depositado actualmente en el Tribunal Supremo de Justicia de Madrid.
Como curiosidad cabe señalar que es una de las pocas imágenes donde el rey Fernando aparece con bigote.
Mediado el siglo XIX, el gobierno proyectó formar una colección pictórica con los retratos de todos los reyes de España, igual que ya lo había hecho Felipe II.
El retrato de Isabel la Católica que actualmente se conserva en el Alcázar de Segovia fue realizado por Luis de Madrazo (1825-1897), quien cumplió con creces el encargo oficial. La fama de gran retratista reconocida a Luis de Madrazo se confirmó con la concesión de la medalla de 1ª clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1856 por el cuadro Don Pelayo en Covadonga, y con una medalla de 2ª clase en la Exposición de 1862 por Un retrato del Sr. D.L.S.
Otros retratos de Isabel la Católica realizados a mediados del siglo XIX son los realizados por José Domínguez Bécquer, padre de Valeriano y Gustavo Adolfo que se conserva en el Museo de San Telmo de Sevilla, lugar donde hizo una copia fotográfica, y por R. Laplaza que cuelga del Alcázar de Toledo-
88. AUTOS DE FE.
Ávila fue uno de los primeros lugares donde se escenificó la persecución que sufrían los judíos durante el reinado de los Reyes Católicos, lo que pudo verse en un Auto de Fe celebrado en la Plaza del Mercado Grande de la ciudad.
El trágico suceso quedó plasmado en una visión imaginaria que realizó el pintor Pedro Berruguete por encargo del inquisidor Torquemada.
La pintura permaneció siempre en el Monasterio de Santo Tomás, hasta que fue comprada por el Estado en 1867, conservándose actualmente en el Museo del Prado. Laurent fotografió el cuadro en esas fechas y lo incluyó en su catálogo de pinturas.
El Auto de Fe fue un triste espectáculo para los judíos abulenses, quienes pronto se vieron acorralados, maltratados, insultados, e incluso apedreados por sus vecinos, tanto que tuvieron que pedir protección a la corona.
Y no había pasado un mes desde la celebración del Auto de Fe, cuando el 9 de diciembre de 1491, paradójicamente también en el Mercado Grande, pudo escucharse al pregonero municipal leer una carta de seguridad, mediante la cual los Reyes Católicos ponían bajo su protección a los judíos de Ávila:
«Tomamos e reçebimos a la dicha aljama e judíos de la dicha íbdad de Áuila e a sus mugeres e fijos e criados e a todos sus bienes so nuestra guarda e amparo e defendimiento real… para que los non maten nin fieran nin lisien nin enbarguen nin tomen nin ocupen cosa alguna de los suyo….»
Poco duraron las garantías de protección real dadas a la comunidad judía de Ávila, porque el 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos promulgaron el Edicto de Expulsión de los judíos de España, justificado en gran medida por el montaje espectacular realizado entorno al Auto de Fe del Mercado Grande de Ávila, con el que se consiguió magnificar una oscura causa identificatoria de los males de España.
En una visión en blanco y negro de la pintura a través de la fotografía, la ciudad de Ávila aparece trágicamente en una imagen de Laurent presidida por Santo Domingo de Guzmán en la plaza del Mercado Grande.
Aquí, las figuras de los inquisidores y los familiares del Santo Oficio se muestran como uno de los facedores de nuestra historia, que junto a aventureros, hidalgos, navegantes, capitanes y soldados podemos imaginar desfilando por las callejas de las viejas ciudades, como escribe Azorín empapado del espíritu de la vieja España, el mismo que quiere contagiar al viajero cuando contempla la ciudad de Arévalo.
Los autos de fe son expresión de esa triste historia que acompaña al viejo inquisidor protagonista de "Una Hora de España". La Inquisición fue el drama de aquella España que torturó a sus propios hijos, la misma imagen repetida en los cuadros de Goya, y también el mismo drama que atormenta al viejo inquisidor en "Una Hora de España" cuando hallan pruebas palpables de herejía en el libro que trajo de Flandes el hijo bienamado.
La fotografía que Laurent hizo entonces del cuadro de Berruguete se nos presenta ahora como la imagen gráfica del siglo XVI, el "siglo en que con caracteres más dramáticos se ofrece el eterno conflicto entre la razón y la fe. En España la Edad Media lucha -como en todos los demás países- con el espíritu del Renacimiento; pero si en otras partes el Renacimiento triunfa, en España permanece vigorosa la Edad Media", y "Ávila es, entre todas las ciudades españolas, la más siglo XVI", leyó Azorín en su discurso de ingreso en la Real Academia.
Igual que Berrugete captó con extraordinaria precisión el Auto de Fe de Ávila, también lo hizo con similar dramatismo el pintor Francisco Rizi en el cuadro que reproduce el Auto de Fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid en 1680, donde fueron condenados a la hoguera veintiuno de los ochenta reos juzgados, cuadro que igualmente fue fotografiado y comercializado por Laurent.
Otros interesantes cuadros sobre esta misma temática son los titulados El tribunal de la Inquisición de Francisco de Goya, que se conserva en la Real Academia de San Fernando, y Condenados por la Inquisición, pintado hacia 1860 por Eugenio Lucas con su inconfundible estilo goyesco, el cual puede verse en el Casón del Buen Retiro madrileño.
La problemática judía recobra actualidad en la Exposición Internacional de Berlín celebrada en 1881, a la que acude el pintor Emilio Sala Francés con el cuadro Expulsión de los judíos de España, el cual es galardonado con la medalla de oro. En la escena pictórica, un poco simplona, aparecen los Reyes Católicos, Fray Tomás de Torquemada (1420-1498), inquisidor de Ávila, y un dirigente de la comunidad judía, con la idea de representar el triste suceso de 1492.
El cuadro estuvo en el Palacio de Carlos V existente en la Alhambra de Granada, y últimamente en el Casón del Buen Retiro del Museo del Prado.
Emilio Sala fue un asiduo participante de las Exposiciones Nacionales donde obtuvo importantes premios, por lo que obra fue abundantemente reproducida por Laurent.
El sufrimiento de la población judía fue repetido con mayor virulencia en la Exposición Nacional de 1887 por Vicente Cutanda, un pintor preocupado por los problemas sociales de su época, quien presentó el cuadro titulado ¡A los pies del Salvador! Episodio de una matanza de judíos en la Edad Media, que mereció una medalla de 3ª clase y pronto fue incluido en el catálogo fotográfico de Laurent.
Siguiendo esta misma línea temática, Cutanda escenificó en otro cuadro la leyenda antisemita del “Corpus Christi”, creemos que con la idea de ridiculizar las teorías absurdas que justificaban la persecución de los judíos.