1. ATRACCIÓN POR ÁVILA. Adentrados en el interior de la esencia misma de la vieja ciudad, y aproximándonos a su evolución gráfica a lo largo de la historia, observamos que la fotografía ocupa un papel preeminente, cobrando en ello un especial protagonismo los fotógrafos del siglo XIX, y especialmente Jean Laurent (1816-1886). Ciertamente, fueron muchos los profesionales que dejaron su imagen grabada con valiosas inquietudes artísticas y comerciales. Así, la idea general de catalogar los monumentos es compartida por los fotógrafos decimonónicos que retrataron Ávila, y de ello se ocuparon con desigual fortuna el inglés Charles Clifford, el francés Lucien Lévy y los españoles Casiano Alguacil y Mariano Moreno.
La modernización y progreso de España también fue un motivo más para fijar en imágenes aspectos de tales avances en las obras públicas, lo que sirvió a Auguste Muriel para fotografiar la ciudad que acababa de estrenar la línea del ferrocarril, y a Jules David para mostrar el nuevo puente sobre el río Adaja. La recuperación del patrimonio histórico, como símbolo del esfuerzo inversor de la corona, fue otro de los temas atrayentes para los fotógrafos dedicados a documentar el progreso de una sociedad en continua evolución, tal y como demuestra la restauración de la Basílica de San Vicente que retrató Laurent, pero que se hizo más patente en el reportaje de Háuser y Menet para la monografía sobre el monumento restaurado por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas.
Entre los fotógrafos locales con taller abierto en Ávila sobresalen los nombres de Bernardino Sánchez, José Mª Arteaga y los Hermanos Francisco y José Torrón, y entre los aficionados el mejor ejemplo de fotografía de calle y pintoresca lo encontramos en el joven arquitecto diocesano Isidro Benito Domínguez.
La transformación del paisaje arquitectónico producido por la construcción de la nueva casa consistorial y la renovación y reordenación de las plazas del Mercado Chico y Mercado Grande, así como la construcción de la nueva Fábrica de la Luz y la reconversión de la antigua Real Fábrica de Algodón en fábrica de harinas y otras remodelaciones urbanísticas fueron temas de menor incidencia en imaginario fotográfico.
De la paulatina implantación de las nuevas técnicas tipográficas encontramos buenas muestras en las fototipias alemanas hecha de varios monumentos de Ávila en 1886. Por su parte, Josep Thomas Bigas, fotograbador e impresor hizo en 1867 un cuadernillo turístico de catorce vistas de Ávila. Otro ejemplo de los avances tecnológicos de la época lo tenemos en el francés Jules Nicolás Richard, por sus inventos de aparatos estereoscópicos, quien tomó varias vistas de la muralla.
Entre las publicaciones ilustradas con fotograbados realizados por otros autores ajenos a la casa Laurent cabe señalar Estudio Histórico de Ávila (1896) de Enrique Ballesteros, Guía de Ávila (1896) de Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, y Monumentos de Ávila (1900) de Fabriciano Romanillos y Fernando Cid. Se cierra la centuria con los reportajes de Rafael de Sierra y Alois Beer, y los trabajos de Ángel Redondo de Zúñiga, socio de José Lacoste sucesor de Laurent. El nuevo siglo comienza con la revolucionaria multiplicación de imágenes en tarjetas postales de fácil acceso para el público en general.
2. PRIMER RETRATISTA DE ÁVILA.
«Ávila es un ejemplar muy interesante e imponente de las antiguas ciudades castellanas sobrias. Sus murallas se encuentran en buen estado de conservación», anotó en su Scramble Charles Clifford, un reputado fotógrafo de reyes y emperadores, cuando retomó el viejo proyecto de crear un álbum monumental de España, donde Ávila debía ocupar un lugar importante.
Charles Clifford (1819-1863), fotógrafo británico que se anunciaba como «Fotógrafo de la Reina de Inglaterra, de los Reyes de España, del Emperador de Francia, del Emperador de Rusia y del Duque de Montpensier», entre otras personalidades, fue el primero que retrató Ávila. En su obra destaca la imagen de la ciudad y su recinto amurallado con síntomas de desmoronamiento en una vista delimitada por el muro de piedra que define el cordel de Las Moruchas próximo a la carretera de Salamanca. Lee Fontanella quiso ver en el lugar desde donde se tomó la fotografía impactos autobiográficos del autor. Entonces corría el año 1860 y Clifford estaba atraído por una vocación artística y aventurera, al margen de su trabajo como reportero de acontecimientos regios o de las importantes obras públicas que se promovían por la corona en la España de Isabel II. En esta ocasión, la simple vista de las murallas transporta al visionario varios siglos atrás y, a partir de ahora, la perspectiva de la ciudad que fijó Clifford será uno de los temas fotográficos más definitorios de Ávila. Otras tres imágenes que hizo en esta época lo fueron del Mercado Grande, del cimorro de la Catedral, y de la fachada principal del templo catedralicio, fotos que se conservan en el Ayuntamiento abulense, además de otra vista del puente sobre el ferrocarril en Arévalo. Anteriormente, en 1853, Clifford había visitado la ciudad acompañando a los estudiantes de arquitectura de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando que se dirigían a Salamanca, ocasión en la que retrató la iglesia de San Vicente en obras y la catedral.
3. GABINETES LOCALES.
Una nueva vista de la Ávila tomada desde el cordel de Las Moruchas con la ciudad amurallada al fondo fue realizada hacia 1863 por José Mª Arteaga, época en la que la ciudad cuenta con tres gabinetes fotográficos sitos en las calles de La Magana, 4, Capilla de Mosén Rubí,1 y Plazuela de San Pedro. Arteaga fue un fotógrafo de estudio que también trabajó en Segovia y del que se conservan varios retratos en formato de carte de visite. Él fue, junto con Antonio Bernardino Sánchez, uno de los primeros “retratistas” que de una manera estable ejerció el oficio fotográfico en Ávila, tal y como se anuncia en la guía de Ávila de Valeriano Garcés publicada en 1863.
Bernardino Sánchez, además de fotógrafo fue profesor en la escuela municipal de dibujo, pintor consagrado y médico, oficios todos ellos en los que le sucedió su hijo Manuel Sánchez Ramos. En su figura nos detendremos en un capítulo que trata sobre la pintura que retratada a la que también se dedicó Jean Laurent.
Ya en 1880, encontramos en la calle Isaac Peral un nuevo gabinete fotográfico que regentaban los Hermanos Torrón. Éste fue el estudio fotográfico más estable, duradero y prestigioso de Ávila, y a él se dedica un apartado más adelante.
4. REPORTERO DEL FEROCARRIL.
Con motivo de la inauguración en San Sebastián de la línea ferroviaria del Norte por la reina Isabel II en 1864, llegó a la ciudad el fotógrafo francés de los tres emperadores (Austria, Francia y Rusia) Auguste Muriel, quien tenía el encargo de realizar un álbum de las localidades por donde pasaba el tren. Las fotografías de Ávila seleccionadas fueron las tres vistas siguientes: Una vista general del norte de la ciudad con la muralla y San Vicente al fondo, la Puerta de San Vicente, y la Basílica de San Vicente. La imagen de la ciudad fue tomada desde la lejanía, buscando una perspectiva por el lado norte siguiendo el trazado del ferrocarril, donde Ávila se resume en un vistazo fugaz.
Admitido entonces el éxito comercial de las fotografías panorámicas, éstas pasaron a enriquecer los catálogos fotográficos y la posterior edición de coleccionables y postales ilustradas. En Ávila, será entonces la vista que se ofrece de la ciudad amurallada y su entorno la que se repita en lo sucesivo como símbolo de su identidad histórico-artística.
5. MUSEO FOTOGRÁFICO.
El creciente interés por la contemplación de nuestras ciudades a través de la imagen fotográfica, lo que permitía mantener vivo su recuerdo y disfrutar del mismo, había abierto buenas posibilidades de negocio para los fotógrafos, como demostró la empresa Laurent. Sin embargo, los fotógrafos españoles apenas se aventuraron en esta tarea comercial de hacer y vender fotografías artísticas. Por ello, hay que destacar el trabajo del fotógrafo toledano Casiano Alguacil (1832-1914), quien inició en 1866 la publicación de su obra Museo Fotográfico de Monumentos Artísticos de España, incluyendo también retratos de celebridades y tipos populares. Con este motivo Alguacil recorrió la ciudad de Ávila tomando casi un centenar de fotografías, destacando ahora los retratos de la Puerta del Alcázar y del gentío alrededor de la fuente del Mercdo Grande, San Vicente, el ábside de la catedral y la ciudad amurallada vista desde los Cuatro Postes. El almenado de la puerta de San Vicente aparece ya reformado, obra que se hizo en 1876, fecha que nos permite aproximarnos al año en que se hizo la fotografía.
6. RETRATISTAS DE SOLDADOS.
La creación en Ávila de la Academia Administración Militar en 1875, instalada en el Palacio de Polentinos, transformada tiempo después en Academia de Intendencia, atrajo la cámara del francés Jules David, quien tenía estudio en París en la “Rue de Courceilles a Levallois” y estaba especializado en retratos de grupos de soldados en los acuartelamientos, además de ser el editor de un álbum del Vaticano. De J. David destacamos varios reportajes y retratos de la Academia de Ávila, y más singularmente una grandiosa fotografía tomada hacia 1884 del nuevo puente sobre el río Adaja que había proyectado el ingeniero Justo Fungairiño. El puente fue abierto al tránsito el 26 de marzo de 1883, aunque las obras habían finalizado el 13 de octubre de 1881, las cuales habían sido llevadas a cabo por el contratista Antonino Prieto. Antonino Prieto fue aparejador municipal, académico correspondiente de la historia, Caballero de la Orden de Isabel la Católica y un hombre ilustrado y culto que también trabajó con los arquitectos Cossín, Ángel Barbero y Repullés, corriendo a su cargo las sucesivas reformas del Palacio de Polentinos para academia militar, además de las realizadas en la Basílica de San Vicente y las murallas, entre otras obras importantes.
Otros fotógrafos que retrataron la academia y los grupos de oficiales y soldados fueron J. Bonafós (1884), J. Padró (1909), B. Galmes (1923) y Mayoral Encinar (1940), debiendo añadir también el álbum dedicado al Rey Alfonso XIII por Juan Serra Mercader fechado el 23 de enero de 1912.
7. ÁLBUM MONUMENTAL.
En el último cuarto del siglo XIX ya se había instalado en Ávila el estudio fotográfico de los hermanos José y Francisco Núñez, los cuales eran conocidos comercialmente como “Hermanos Torrón”, los fotógrafos abulenses por excelencia, originarios de Galicia. En 1882, coincidiendo con el tercer centenario de la muerte de Teresa de Jesús, hicieron un álbum en recuerdo de la ciudad formado por veinticuatro vistas de monumentos y de imágenes de Santa Teresa de Jesús que todavía conserva su excelente calidad original. Los Hermanos “Torrón” se dedicaron principalmente al retrato y fotos de estudio, con gabinete en la calle Isaac Peral, y fueron durante décadas los únicos fotógrafos profesionales establecidos en la ciudad de forma permanente y continuada. En el álbum de 1882 se recogen varias vistas de la ciudad amurallada, en las que aparece envuelta en una atractiva pátina sepia.
8. EXPEDICIONARIOS EN ÁVILA.
Desde París, y dos años después de morir Jean Laurent, en 1888, llegó a la ciudad la casa fotográfica Lévy & Cie que ya había recorrido una parte de España en 1860, y las vistas de Ávila que hizo fueron una panorámica desde los Cuatro Postes y una del arco del Alcázar, así como varias estereoscópicas del ábside de la catedral, la puerta de San Vicente, el convento de la Santa y la ermita de San Segundo, rubricadas por la casa Lévy et ses fils bajo la firma L.L., las siglas de sus fundadores León y Lévy, con cuya denominación los hijos de Lévy (Julies, Ernest y Lucien) editaron millones de tarjetas postales. Una vez más, la muralla se convierte en el icono universal de Ávila.
9. EL FOTÓGRAFO ARQUITECTO.
Siguiendo la estela de la ciudad decimonónica retratada, nos encontramos ahora con Isidro Benito Domínguez (1874-1932), arquitecto diocesano que tenía su residencia en Ávila en la finca de Tous, situada entre el río Chico y el antiguo camino de la Ermita de Sonsoles, lugar donde había instalado su particular taller fotográfico. Los temas predominantes de las fotografías de Isidro Benito son los paisajes que se divisan desde el Adaja, los monumentos de San Vicente, Santo Tomás, portadas señoriales y, especialmente, una panorámica de la ciudad, una vista general de Ávila, y otra de las murallas desde la presa de la fábrica de harinas sobre el río Adaja.
Como arquitecto, Isidro Benito fue una de las figuras capitales de la arquitectura abulense con una obra que abarca de finales del siglo XIX y principios del XX, donde se incluyen la fundición para fábrica de la luz levantada en 1894 junto al Adaja y frente al lienzo sur de la muralla, y la restauración de la torre de San Nicolás, así como los singulares edificios de la actual calle Don Gerónimo, ocupados hoy por “Tejidos Catalanes” y la pastelería “La Flor de Castilla”.
Finalmente, añadir a la biografía de Isidro Benito su amistad con el también arquitecto Enrique Mª Repullés, con el contratista y académico Antonino Prieto, y con el yerno de éste, el médico y pintor Manuel Sánchez Ramos, todos ellos aficionados y coleccionistas de fotografías de Ávila, e interesados por la conservación y defensa de las murallas y el patrimonio monumental de la ciudad.
10. FOTOTIPIAS ALEMANAS.
Hacia 1889, en Alemania se imprimen seis fototipias o fotografías litografiadas de gran formato con vistas de Ávila y la muralla, y los templos de San Vicente y San Pedro, y la Academia de Administración Militar bajo la firma de Aufgen V. M. Junghäendel - Lichtdruck von Römmier und Jonas, K.S. Hol-photog destinadas a los viajeros adinerados que se entusiasmaban con la arquitectura y el arte españoles. La buena calidad de las imágenes y de las reproducciones contribuyó a revalorizar los monumentos abulenses en media Europa, donde la muralla recobra especial renombre en la concepción típica de lo que configura una ciudad medieval, y el mejor ejemplo es Ávila.
Otro de los mejores exponentes que tuvieron mayor difusión fueron las fototipias que en 1894 hicieron Hauser y Menet, entre las que sobresalen sendas vistas de la ciudad y su muralla, así como las dedicadas a la Basílica de San Vicente incluidas en la monografía del arquitecto Enrique Mª Repullés. Igualmente, las vistas de Ávila se vendieron como láminas sueltas por entregas y agrupadas en el volumen titulado España ilustrada. La sociedad Hauser y Menet, que entre 1897 y 1904 editó veinticinco vistas de la ciudad, responde al nombre de los empresarios suizos Adolfo Menet Kursteiner y Oscar Hauser Mueller, especialistas en imprenta y fotografía, quienes pronto popularizaron el nuevo producto fotográfico de la tarjeta postal con la que revolucionaron la difusión de las imágenes a finales del siglo XIX, convirtiéndose con ello en la más importante empresa editora de tarjetas de todos los tiempos, con una tirada mensual de quinientos mil ejemplares en 1902.
Precisamente, por una tarjeta por una tarjeta postal de Hauser y Menet sabemos que el antiguo ministro de Hacienda y Fomento José Echegaray (1832-1916) visitó Ávila en 1903, un año antes de recibir el premio Nobel de literatura. La postal que el político y escritor remitió como recuerdo fue una vista de la Basílica de San Vicente. La imagen retratada sirve en esta ocasión de fiel testimonio del paso literario por la ciudad del dramaturgo, cuyas obras Lo sublime y lo vulgar, Mariana y La Duda, formaron parte del repertorio representado en el Teatro Principal en 1898 y 1899.
11. RECUERDOS DE ÁVILA.
Fijar la ciudad en imágenes y obsequiar las mismas al Presidente de Gobierno, quien veraneaba y tenía casa en Ávila, fue una forma de ofrecer esta tierra al resto de España. Y esto fue lo que debió pensar Rafael de Sierra, un fotógrafo “amateur”, o un aficionado a la fotografía, allá por el año 1896. A tal fin, reunió medio centenar de vistas de los monumentos y escenarios más importantes de Ávila, con las que confeccionó un álbum encuadernado en cuyas tapas mandó imprimir en letras doradas A Don Práxedes M. Sagasta. Álbum de fotografías de Ávila. Recuerdo de Rafael de Sierra. Entre los temas fotográficos incluidos en el álbum de Sierra destacamos aquí las vistas referidas a los Cuatro Postes y su entorno, rubricadas con los siguientes títulos: “Vista panorámica de la población y de los cuatro postes”, “Muralla medio día y Puente sobre el Río Adaja”, “Muralla y Castillo de San Segundo”, “Iglesia de San Segundo, la primera que se construyó en Ávila”, y “Murallas, grupo de Castillos de Poniente y Mediodía”. Como vemos, esta parte de Ávila, la que presenta la muralla, ocupa un lugar sobresaliente en la percepción de la ciudad que se quiere contagiar.
12. NUEVAS TÉCNICAS DE JOSEP THOMAS Y JULES N. RICHARD.
Continuando el recorrido por las distintas perspectivas que ofrece la contemplación de los monumentos de Ávila nos detenemos en la figura de Josep Thomas Bigas (1837-1921), fotograbador e impresor, introductor de las más avanzadas técnicas sobre artes gráficas. Fundó el taller de fotograbado e impresión “Thomas” de donde salieron numerosas tarjetas postales, y fue proveedor de las principales editoriales de la época. En 1896 editó un curioso cuadernillo realizado en tipografía de catorce vistas desplegables de Ávila que se vendían en el establecimiento de Lucas Martín del Mercado Grande. Años después, algunas de las tarjetas de Thomas fueron editadas y comercializadas en Ávila por Pedro Jiménez de la Cruz, quien regentaba un puesto de periódicos y revistas en el nº 9 de la misma plaza del Alcázar o Mercado Grande, donde vendía postales y toda clase de objetos de escritorio y publicaciones. La casa Thomas fue también la impresora de cuatro series de la interesante colección de cuarenta fotografías de Ángel Redondo de Zúñiga tomadas a principios de siglo, en las que se muestran escenas de tipos pintorescos del gusto de los coleccionistas.
Con igual espíritu emprendedor que tuvo Joseph Thomas hay que destacar al francés Jules Nicolás Richard (1848-1930), por sus inventos de nuevas técnicas y aparatos estereoscópicos, como la cámara verascope o sofisticados modelos de visor múltiple, dirigidos a facilitar la contemplación tridimensional de la imagen estereoscópica. Buen ejemplo de ello son las fotos que hizo del Mercado Grande o de la muralla de Ávila a principios de siglo.
13. ARCHIVO MONUMENTAL.
Siguiendo la estela viajera de tantos otros fotógrafos transeúntes, a finales del siglo XIX llegó a la capital abulense Mariano Moreno García (1865-1925), un fotógrafo que había trabajado como jornalero hasta ingresar como aprendiz en el estudio del Laurent. En la panorámica de la muralla que toma Moreno a finales de siglo se observa el lento devenir de la ciudad en los treinta años pasados desde que Laurent retratara la misma vista, donde sólo se aprecia la construcción del nuevo puente sobre el Adaja y la modernización de la fábrica de harinas, en la que se ha instalado moderna maquinaria y una chimenea, y se ha eliminando del edificio el torreón que sobresalía de la cubierta, observándose también la restauración del cubo de la muralla que estaba desmochado. Por lo demás, la contemplación de la ciudad en esta vista ofrece toda su grandiosidad y espíritu ancestral, lo mismo que en esas otras tomas que hizo Moreno de la puerta del Alcázar, la iglesia de San Pedro o la de San Francisco. En cuanto a la importante obra fotográfica que realizó Mariano Moreno, cabe decir que la misma constituyó el embrión del “Archivo Moreno”, fundamental para el estudio del patrimonio histórico español y cuyas imágenes de Ávila han sido utilizadas para ilustrar la ciudad en multitud de obras de arte, historia y arquitectura.
14. AFICIONADOS Y PRENSA LOCAL.
En 1896 se publica el libro ilustrado Estudio Histórico de Ávila (1896) de Enrique Ballesteros, y la Guía de Ávila (1896) de Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, entre cuyas páginas se incluyen fotograbados realizados por los aficionados locales Isidro Benito, Manuel Sánchez Ramos, el Marqués de Toca, Eduardo Arenal, Isidoro López Jiménez y José Tomé, con lo que, de alguna manera, se rompe la imagen universal de la ciudad monopolizada por Laurent, la cual se ve completada con nuevas y actuales vistas, como las del convento de San Francisco, el monasterio de la Encarnación, la iglesia de San Martín, y las Murallas.
La prensa local tardó muchos años en incorporar la fotografía a sus páginas de una forma definitiva, lo que no se produjo hasta 1940, aunque lo hacía puntualmente coincidiendo con las fiestas de Santa Teresa, tal es el caso de los periódicos La República Española (1895), Heraldo de Ávila (1896), El Eco de la Verdad (1896), El Eco de Castilla (1904) y El Diario de Ávila (1904 y 1905).
15. ÁNGEL REDONDO DE ZÚÑIGA, COLABORADOR ARTÍSTICO
Ya en 1900, la imprenta de El Diario de Ávila, sucesor de El Eco de la Verdad, publicó el libro Monumentos de Ávila. Guía para visitar la ciudad, Monumentos de Ávila (1900) escrito por Fabriciano Romanillos y Fernando Cid con la colaboración artística de Ángel Redondo de Zúñiga, quien se ocupó de la reproducción de veinticuatro fotograbados de la ciudad a partir de copias hechas por él mismo, y otras de Laurent, Lévy y Lacoste, algunos de los cuales ya habían sido reproducidos en el periódico local El Eco de la Verdad en el número extraordinario del 15 de octubre de 1896 dedicado a Santa Teresa de Jesús.
Ángel Redondo de Zúñiga nace en Madrid en 1873, fue un fotógrafo, además de abogado, que eligió Ávila como escenario artístico de su actividad profesional y a quien vemos colaborando con frecuencia en las publicaciones abulenses desde principios de siglo, aunque tenía estudio en la calle San Agustín, 3 de Madrid.
Junto a José Lacoste, el sucesor de Laurent, Ángel Redondo instaló en Madrid en 1903 un importante taller de fotografía y fototipia de tarjetas postales ilustradas en el que se anuncian interesantes vistas de Ávila, entre las que sobresalen espléndidas panorámicas de la ciudad amuralla y otras del cimorro de la catedral, el paseo del Rastro y de tipos y escenas populares. Las bellas y originales fotos de Ángel Redondo también fueron comercializadas con los sellos de la fototipia Laurent, Lacoste, Hauser y Menet, y Thomas, haciendo constar en dichas tarjetas “Cliché de Ángel Redondo de Zúñiga” o “Fotografía A. R. Z.”.
La ciudad de Ávila y su muralla se vieron especialmente engrandecidas con las fotografías panorámicas que hizo Redondo de Zúñiga tomadas desde los Cuatro Postes. En ellas aparecen la ciudad amurallada y el territorio que se extiende desde el cerro de San Mateo hasta “Fuentes Claras” en una gran proyección paisajística que se comercializó en cuatro postales distintas y en otras dobles y triples. Los tipos populares con sus caballerías y otras escenas callejeras de Ávila fueron otro de los temas preferidos de Redondo de Zúñiga, tanto que las postales que recogen sus fotografías son las más apreciadas y valiosas para los coleccionistas, también para el público en general.
16. ALOIS BEER, ILUSTRADOR DE VIAJES.
En los albores del siglo XX, Ávila recibe la visita de un viajero ilustre que recorre la ciudad a medio día y a pleno sol cargado con su equipo fotográfico. Este singular personaje que retrata los monumentos y las gentes era Alois Beer (1840-1916), un fotógrafo austriaco autodidacta premiado en exposiciones internacionales, que trabaja para la corte real del imperio y viaje por el mundo para recoger imágenes de tipos y costumbres con los que ilustrar libros de arte y viaje. Entre las fotografías de Alois Beer tomadas en 1900 destaca una vista estereoscópica “desde la Cruz de Piedra sobre el Adaja, el sitio justo para admirar el panorama de la ciudad” amurallada, se apunta en la guía donde se incluyen por Augusto L. Mayer. Otras vistas seleccionadas retratan el puente “romano”, el convento de La Santa, la basílica y la puerta de San Vicente. Ávila, “nacida en la desértica meseta castellana, protegiéndose de forma orgullosa y altiva con su abrigo de muralla, se encuentra en un trapecio oblongo en el lomo de una montaña plana que cae de forma abrupta hacia tres lados. Sólo el Adaja, que discurre por el oeste, lleva algo de vida a esta naturaleza rígida”, dice A. Mayer.
17. ÁVILA CARTÓFILA.
A finales del siglo XIX, la tarjeta postal ilustrada se convierte en la mejor forma de dar a conocer la ciudad y de universalizar su historia monumental, igual que ocurría en el resto de España y del mundo, lo que además se producía de forma económica y accesible para el gran público, con lo que se consiguió una extraordinaria democratización de la fotografía.
El aprecio que la tarjeta postal antigua significó en sus orígenes despierta hoy día el mismo interés, ya que “satisface a todos los gustos y sentimientos; todo está comprendido y compendiado en ella; mediante la tarjeta postal ilustrada se estudia y se aprende geografía, historia, mitología, indumentaria, heráldica, etnografía y arte”, escribió Durán Borai en 1901
“La postal en nuestros días -escribía Adolfo Alegret en 1904- tiene un alcance y significación extraordinaria, populariza los monumentos, lo más notable de los pueblos, revela los gustos del individuo, su cultura y sus aficiones. Sintetiza todo lo grande de una comarca, de una ciudad o pueblo, estableciendo un intercambio espiritual por medio de la reproducción de la vida pasada y presente”.
En la edición y comercialización de postales destacaron especialmente en esta época las vistas abulenses que hicieron las empresas Hauser y Menet y Josep Thomas, cuya trayectoria ya se ha reseñado con anterioridad. Igualmente, las vistas de Ávila ocupan un lugar destacado en la producción de postales, de la casa Lacoste, sucesor de Laurent, y así se anuncia en la revista España Cartófila de marzo de 1903, donde se publicitan los conjuntos monumentales de Ávila, la Granja, el Monasterio de Piedra, Aranjuez, Segovia, Montserrat, Madrid, Sevilla, Zaragoza, Salamanca. José Lacoste, fue un fotógrafo que recuperó y comercializó el archivo de Laurent desde 1900, especializado en reproducciones de obras de arte y fotógrafo oficial del Museo del Prado, también fue miembro de la Sociedad Fotográfica Madrileña y junto a Ángel Redondo de Zúñiga, instaló una moderna fototipia en la madrileña calle Cervantes. De estos talleres salieron numerosas postales, en las que Ávila ofrece una visión romántica en una sucesión de imágenes nostálgicas que reclama la mirada atenta del visitante.